miércoles, 30 de septiembre de 2009

¿Los valores están en ti?

Hola. Para aquellos lectores que no lo saben, les comento que laboro como profesor en un centro de educación superior (es decir, en una universidad). En un lugar como éste, es común ver todo el tiempo y casi en cualquier lugar letreros, pancartas y toda clase de anuncios pegados, colgados o adheridos ya sea a una pared o una vitrina. Es común ver ofertas de empleo, anuncios a los alumnos de nuevo ingreso, avisos a profesores, oferta de departamentos, entre otras cosas. Algo más que es común ver son anuncios de fiestas organizadas por alumnos.

Hoy me tocó ver un anuncio impreso en una lona (como de dos metros de ancho por uno de largo) que me llamó mucho la atención. La razón del por qué me llamó la atención la comentaré a continuación. El anuncio de la lona no tenía nada en particular (o nada que no hubieran promovido antes): los alumnos de una carrera específica anunciaban e invitaba na participar en su "fiesta de bienvenida" que se realizará próximamente. Lo que tenía de particular era la manera en que lo anunciaba.

Antes de pasar a eso, quisiera comentar que al ver este tipo de anuncios, siento una mezcla de tristeza y pena. En mis épocas de estudiante, a estas fiestas se les daba el nombre de "novatadas". La razón del cambio del nombre es bastante curiosa: las "novatadas" fueron prohibidas por las autoridades de la institución por el "mal nombre" o "mala imagen" que le daban a ésta. Los alumnos, muy "obedientes", ya no organizan tales eventos. Ahora organizan "fiestas de bienvenida" (en estos momentos hay en mi rostro una sonrisa sarcástica). Pero todos saben que estos "nuevos" eventos giran alrededor de la misma idea: que la cerveza corra hasta embriagarse (lo que sucede con muchos que asisten) y tristemente, la presencia de mujeres contratadas para dar espectáculos que degradan al ser humano y que ofenden la pureza y santidad del carácter y de la persona de Dios.

Aprovecho entonces para comentar sobre lo que me llamó la atención: el letrero o lona no consistía solamente de palabras que anunciaban el evento, sino que en la lona destacaba la imagen de una mujer en ropa interior. Para mí me queda claro que las personas que organizan la "fiesta" no tienen el menor reparo de indicar qué clase de cosas puede esperar ver si usted asiste a la fiesta: la presencia de cerveza se sobreentiende, la presencia de mujeres se anuncia "discretamente".

Este anuncio contrasta enormemente con otra clase de letreros que también he visto pegados en varias partes de la institución, aunque mucho más pequeños. Me refiero a unos letreros que tienen una frase que dice algo como ésto: "Los valores están en tí. Déjalos salir". Se complementa con la imagen de un corazón que tiene escrito dentro las palabras "respeto", "tolerancia", "honestidad" entre otros. Cada vez que veo esos letreros no puedo evitar sonreirme y sentir la misma clase de tristeza y pena.

La realidad es que los grandes filósofos y especialistas de la "educación", se han dado cuenta de que la educación no consiste en la simple transmisión de conocimiento científico o técnico. Dicen ellos que es necesario formar a los alumnos (futuros profesionistas) en su persona y carácter. Dado que la mayoría de estos especialistas piensan de manera independiente a la Palabra de Dios e incluso la rechazan, no quieren hablar de verdades absolutas, sino prefieren más bien utilizar el término humanista y relativista de "valores". Es decir, un atributo de la "moral" de la persona que es "valorado" por la sociedad donde vive (para ellos, los valores son relativos entre las diferentes sociedades). Lo peor de toda esta clase de pensamiento es la idea humanista que afirma que la persona tiene todo lo que necesita para vivir correcta y moralmente. "Los valores están en tí", dicen ellos. "Sólo los tienes que dejar salir".

Creo que las personas que escriben estas frases están ciegas a la realidad que nos muestran los anuncio de las "novatadas" disfrazadas: un conjunto de alumnos con afectos y deseos corruptos. Me basta tan sólo caminar de mi oficina hacia el salón de clases para escuchar el vocabulario de los alumnos con los que me cruzo. No hay ningún solo grupo de alumnos con los que no me cruce que no estén hablando utilizando insultos como la base principal de su vocabulario. Ni siquiera las señoritas están exentas de ser escuchadas diciendo las mismas palabras. En mi mente resuenan todos los días las palabras del profeta Isaías:

"Entonces dije: !!Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos" Isaías 6:5

Reflexionando en todo esto, me hago las siguientes preguntas: ¿Los valores están en el ser humano? ¿Sólo los tiene que dejar salir? ¿De verdad? ¿Qué dice la Biblia? ¿Que es lo que su comportamiento (las fiestas, la embriaguez, la mujer semidesnuda del anuncio, su vocabulario) demuestra que está en ellos?

"... de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas" Mateo 12:34-35

"del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias" Mateo 15:19

Si hay algo en su corazón, es la depravación y contaminación del pecado. Si hay algo"natural" en el corazón de todos nosotros, de cada ser humano, es el pecado y rebeldía a Dios. No importa todo lo que digan los grandes conocedores de la educación. Lo que nuestra sociedad y el sistema de educación del país (y del mundo) necesitan no es formar personas con valores. Lo que nuestra sociedad, nuestro mundo necesita con urgencia es la verdad de la Palabra de Dios acerca del pecado, de la ira de Dios, del juicio de Dios y del grandioso y maravilloso Salvador que es Jesucristo, el Hijo de Dios.

Mi oración es que yo, como profesor sepa comunicar esto con mi vida y mis palabras. Espero que esa sea tu oración también, donde quiera que trabajes.

martes, 29 de septiembre de 2009

Predicación centrada en Cristo

Jesús es La Verdad. Nosotros creemos en Él --no solamente en Sus palabras.

Él es el Médico y la Doctrina, el Revelador y la Revelación, el Iluminador y la Luz de los hombres.

Él es exaltado en cada palabra de verdad, debido a que Él es su suma y sustancia.

Él se sienta sobre el evangelio, como un príncipe sobre su trono. La doctrina es más preciosa cuando la vemos destilar de sus labios y encarnada en su persona. Los sermones son valiosos en proporción a lo que hablan de él y apuntan hacia él.

Un evangelio sin Cristo no es siquiera evangelio y un discurso sin Cristo es la causa de la alegría de los demonios.

C. H. Spurgeon. Tomado del sitio Grace Gems.

martes, 22 de septiembre de 2009

Dios es nuestro todo en todo

Tengo todo en todo por toda la eternidad, cuando llamo a Dios mi Padre.

"¡Padre!"

¡Aquel que pueda susurrar dicha palabra sobre sus rodillas ha pronunciado más elocuencia de la que Demóstenes o Cicerón alguna vez conocieron!

¡Abba, Padre! ¡Aquel que puede decir eso, ha pronunciado mejor múscia de la que el queribín y el serafín pueden alcanzar!

¡Abba, Padre! ¡El cielo se encuentra en la profundidad de esa palabra!

"¡Padre!"

¡Ahí está todo lo que necesito!
¡Todo lo que puedo pedir!
¡Todo lo que mis necesidades pueden demandar!
¡Todo lo que mis deseos pueden idear!

"¡Padre!"

C. H. Spurgeon. Tomado del sitio Grace Gems.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Justificación y santificación vienen de la mano... ambos por gracia (Final)

Quisiera hacer tres comentarios finales acerca del extracto tomado del libro La caña quebrada de Richard Sibbes que compartí hace unos días:

(1) Primero, me basé en este texto para comentar que la santificación también es una obra de gracia de Dios, cuyo resultado último depende de Dios. Sin embargo, quisiera agregar que esto no significa que en la santificación, el hombre no participa. De hecho, sucede todo lo contrario: en la santificación el corazón y la voluntad del hombre están trabajando para llegar a esa gran meta de llegar a ser semejante a Cristo.

Es importante observar que el autor comenta que el creyente se somete al Señorío de Cristo, no como por obligación, a regañadientes, de mala gana, porque "lo tiene que hacer", sino que lo hace como resultado de tener un corazón nuevo, en el que el Espíritu Santo ha renovado sus afectos y voluntad. Algunas frases que resaltan esto son:

"Sus juicios son invertidos en nosotros con tal autoridad que son transformados en nuestro juicio...

... es de lo más necesario que el Espíritu cambie el gusto del alma para que pueda saborear las cosas del Espíritu...

Cristo nos gobierna por medio de un espíritu de amor, a partir de sentir su amor, a través del cual sus mandamientos nos son fáciles.... Sus súbditos son voluntarios."

De aquí podemos deducir una grandiosa verdad: ¡Podemos saber si estamos viviendo por gracia la verdadera santificación! Sabemos que estamos siendo santificados por gracia si nos separamos del pecado cuando nuestro corazón y afectos son movidos por un sincero amor a Dios, y no por un mero sentido de obligación. La verdadera santificación surge de un corazón maravillado y asombrado por el tremendo amor que Dios nos ha mostrado en la cruz de Cristo. La verdadera santificación por gracia ocurre cuando decimos junto con Pablo: "El amor de Cristo nos constriñe".

(2) Lo más importante que podemos hacer para crecer en santidad no es redactar una lista de deberes y prohibiciones, y empezar a esforzarnos en cumplir dicha lista. Más bien, lo que debemos hacer es quebrantarnos delante de Dios, rogarle en oración que cambie nuestros corazones, y permanecer observando constantemente Su amor y Sus promesas en la Palabra. Richar Sibbes comenta:

"La primera cosa que deseamos cuando oramos "Venga tu Reino", es que Cristo venga y gobierne nuestros corazones...

Y cuando nos sintamos fríos en nuestros afectos y deber, el mejor camino es calentarnos junto al fuego de Su amor y misericordia al darse a sí mismo por nosotros..."

(3) Por último, aún en medio de nuestros fracasos y debilidades, podemos tener la esperanza de que nuestra santidad es una obra de gracia, que depende de Dios y que, por lo tanto, al final Su gracia triunfará en nosotros. Por Su gracia y para Su gloria. Richar Sibbes concluye:

"En el curso de nuestra vida... si somos vencidos por cualquier pecado, debemos recordar recurrir primero a la misericordia de Dios para perdonarnos, y luego a la promesa de Su Espíritu para gobernarnos".

¡Gracias a nuestro Dios que nuestra santificación también es por gracia!
Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios. Hebreos 6:7