jueves, 11 de noviembre de 2010

Pablo, siervo de Dios

1 Pablo, siervo de Dios y apóstol de Jesucristo, conforme a la fe de los escogidos de Dios y al pleno conocimiento de la verdad que es según la piedad, 2 con la esperanza de vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde los tiempos eternos, 3 y manifestó a su debido tiempo su palabra por la predicación que me fue confiada conforme al mandamiento de Dios nuestro Salvador, 4 a Tito, verdadero hijo en la común fe: Gracia y paz de Dios el Padre y de Cristo Jesús nuestro salvador (Tito 1:1-4, LBLA).


Lo primero que debe llamar nuestra atención en este saludo, es la forma en la que Pablo se identifica y se presenta a sí mismo. Pabló se llama a sí mismo “siervo de Dios” y “apóstol de Jesucristo”. Es interesante la manera en que Pablo se concibe a sí mismo delante de Dios y de los hombres. Humanamente hablando, Pablo tenía mucho por lo cual presumir. Muy pocos estaban a su nivel en el aspecto académico e intelectual.

Con respecto a sus compatriotas judíos, Pablo podría presumir de su grandioso linaje “de la tribu de Benjamín” (Fil. 3:5). Pablo era un judío puro. No había rastro de mestizaje en su sangre. En cuanto a la religión judía, él destacaba entre los fariseos. Pocos estaban a la altura de su celo religioso que lo impulsó incluso a ser “perseguidor de la iglesia” (Fil. 3:6). Pocos estaban a la altura de su religiosidad externa y moralismo. En cuanto a la ley judía y desde el punto de vista externo (el que las personas pueden observar y admiran), el fue “hallado irreprensible” (Fil. 3:6). Seguramente Pablo era un celoso observador de todas las leyes y tradiciones inventadas por los fariseos, destacando por encima de los demás.

Por el lado de la iglesia, nadie podría presentar la interminable cantidad de credenciales y referencias con las que Pablo contaba. Seguramente que en ésta época, en la que las iglesias contratan a sus pastores haciendo uso de bolsas de trabajo y recibiendo currículos, Pablo sería el más cotizado y peleado de todos los pastores. Nadia predicaba tanto y de una manera tan poderosa como Pablo. Nadie había formado, levantado y establecido tantas iglesias como Pablo. Nadie tenía tantos convertidos como Pablo. Nadie fue invitado a predicar tantas veces como Pablo. Nadie había sufrido por Cristo como Pablo. Nadie escribió tantos libros como Pablo. Se puede decir que Pablo era el autor de los “best-sellers” cristianos de la época. Si Pablo viviera en nuestra era, sería el pastor más reconocido, más admirado, más respetado, y el más invitado a todo tipo de conferencias, congresos y retiros espirituales. Todos querrían ser como Pablo.

Sin embargo, la forma en la que Pablo se presenta y se identifica a sí mismo, contrasta con nuestra acostumbrada forma de pensar. No dice: “Pablo, el fariseo irreprensible”, “Pablo, el gran intelectual”, “Pablo, el que ha estado en el mismo tercer cielo”, “Pablo, el famoso evangelista”, “Pablo, el pastor número uno en libros vendidos”. Para nada. Pablo no basaba su identidad en relación o en comparación con los demás hombres. Pablo basaba su identidad en relación con Dios. Y en relación con Dios, él no era más que un humilde “siervo” y “apóstol”.

Tenemos mucho que aprender de Pablo. Y tenemos todavía mucho más que aprender del Señor del cual Pablo era solamente un siervo.


miércoles, 10 de noviembre de 2010

¡El orgullo no puede vivir a los pies de la cruz!

Jesús es el gran maestro de la "humildad de corazón". Diariamente necesitamos aprender de Él. Observa al Maestro tomando una toalla y lavando los pies de Sus discípulos. Seguidor de Cristo - ¿no te humillarás? Míralo como el Siervo de siervos - ¡y de seguro no podrás se orgulloso! ¿No es acaso esta frase el compendio de Su biografía: "Se humilló a sí mismo"? ¿No estuvo Él en la tierra, siempre despojándose de un manto de honor tras otro - hasta que, desnudo, fue sujetado a la cruz; y ahí no se vació a Sí mismo, derramando Su sangre,entregándose por todos nosotros, hasta que lo tendieron en un tumba prestada?

¡Qué bajo fue llevado nuestro querido Redentor! ¿Cómo podemos nosotros ser orgullosos?

Permanece al pie de la cruz, y cuenta las gotas púrpuras con las que has sido limpiado. Mira Su corona de espinas; nota Sus hombros azotados, aun chorreando un río carmesí; mira Sus manos y pies entregados a los áspero clavos de hierro, y todo Su ser a la burla y el escarnio; mira la amargura, y las punzadas, mostrándose en Su marco exterior; escucha el horroroso alarido: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?"

¡Si no caes postrado en tierra delante de esa cruz, nunca la has visto! Si no eres humillado en la presencia de Jesús - no lo conoces. Estabas tan perdido que nada podía salvarte - sólo el sacrificio del único Hijo engendrado de Dios. Piensa en ello, y así como Jesús se inclinó por tí - póstrate en humildad a Sus pies.

¡El orgullo no puede vivir a los pies de la cruz!

C. H. Spurgeon. Tomado del sitio Grace Gems.

Dios nos conceda entender que el evangelio necesariamente debe producir un decaimiento de nuestro orgullo y un crecer en humildad. Dios nos conceda este fruto por Su Espíritu Santo.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Jesús, nuestro gran sumo sacerdote

Hebreos 4:14-16

14 Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. 15 Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. 16 Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.

Introducción

En estos versículos, el autor de la epístola, después de la solemne advertencia realizada acerca de la incredulidad (3:7 – 4:13), vuelve a tomar otra vez el punto principal acerca del sacerdocio de Cristo. Anteriormente ya había mencionado este punto, describiendo a Jesús como un “misericordioso y fiel sumo sacerdote” (2:17). La fidelidad de Cristo fue tratada en el capítulo tres (3:1-6). El autor ahora vuelve a retomar la idea para profundizar en la misericordia de nuestro gran sumo sacerdote.

Al ir avanzando en la carta a los Hebreos, nos daremos cuenta de que una de las verdades más importantes presentadas es la de que Cristo y su muerte en la cruz, constituyen la realidad completa y perfecta de lo que la ley, los profetas y los sacrificios del Antiguo Testamento solamente prefiguraron y prometieron. Por lo tanto, cuando la promesa se cumplió en Cristo, todo lo que antiguamente funcionó como una figura anticipatoria perdió su validez y significado.

En el Antiguo Testamento, una de las figuras más significativas de la obra de Cristo es la del sacerdote. El rol del sacerdote se puede resumir en las siguientes funciones: (1) Hacer intercesión por el pueblo delante de Dios. (2) Hacer expiación por el pueblo: ofrecer un sacrificio que cubriera los pecados del pueblo. La diferencia entre un sacerdote y un sumo sacerdote es sólo de grado, y no de clase. En particular, era responsabilidad del sumo sacerdote cada año, en el día de la expiación, entrar al tabernáculo, hasta el Lugar Santísimo, para esparcir la sangre del sacrificio sobre el propiciatorio.

La intención del autor es ahora mostrar la superioridad de Cristo por encima del sumo sacerdocio de la religión judía. Cristo es superior dado que el es llamado el “gran sumo sacerdote”. A continuación el escritor sagrado nos proporciona cuatro razones por las que Cristo se distingue como el más grande de los sumos sacerdotes.

I. Cristo ha logrado en realidad todo lo que los sumos sacerdotes solo prefiguraban (v. 14a)

Cristo, a diferencia de los otros sumos sacerdotes, “traspasó los cielos”. Para profundizar en el significado de esta frase, tenemos que recordar un poco el contexto de los sacrificios expiatorios en el Antiguo Testamento.

Para empezar, el tabernáculo estaba dividido en tres secciones principales: la parte externa llamada atrio, el Lugar Santo, y el Lugar Santísimo. El pueblo solamente tenía acceso a la parte externa, mientras que los sacerdotes podían entrar al Lugar Santo, para poner incienso en el altar del incienso, cambiar los panes de la mesa y para asegurarse que el candelabro de oro siempre estuviera encendido. El sumo sacerdote podía, una vez al año, entrar al Lugar Santísimo, para hacer la obra de expiación esparciendo la sangre en el propiciatorio. Éste tenía que entrar con campanas amarradas a su cuerpo y una cuerda atada al tobillo, ya que cabía la posibilidad de que cayera muerto ante cualquier error o atrevimiento de su parte. Y sin embargo, todo ese ritual no podía pagar ni un solo pecado. Todo era una simple figura de Cristo.

Cristo, en cambio “traspasó los cielos” hasta la misma habitación de Dios. El verbo “traspasó” está en presente perfecto. Esto quiere decir que en este momento, Cristo está ahí en la presencia de Dios. Está sentado a la diestra de Dios (cf. 8:1, 2; 9:11-14, 23-26).

“Este es un punto importante, pues muestra que el sacerdocio de Cristo es ejercido en el cielo, no en la tierra… la presencia de un sacerdocio en la tierra implicaría que la expiación por el pecado no había sido completada… Es esto que hace la esfera del sacerdocio de Cristo en los cielos, esto es, en la presencia de Dios, algo de tanta importancia”. W. H. Griffith Thomas.


II. Cristo posee una estatura que lo califica como el último sumo sacerdote (v. 14b)

El autor llama a Jesús “el Hijo de Dios”. Al llamarlo “Jesús” resalta su humanidad y sugiere proximidad, unidad y afinidad. El título “Hijo de Dios” resalta su divinidad y sugiere poder. Por lo tanto, Jesús tiene cualidades que ningún otro sacerdote posee, ya que Él nos representa ante Dios como hombre. Como Dios, Jesús es poseedor de suprema santidad y autoridad.

“Así, lo divino y lo humano son puestos juntos después de haber sido considerados separados en los capítulos 1 y 2”. W. H. Griffith Thomas.


III. Cristo es perfectamente compasivo, porque ha soportado todo el poder de la tentación (v. 15)

A veces, ante las pruebas y las dificultades empezamos a dudar y nos preguntamos: Dado que Él está allá en el cielo y yo en la tierra, ¿le intereso? ¿En verdad Él me entiende? ¿Me comprende? ¿Me escucha?

La respuesta a todas esas preguntas es un rotundo ¡Sí! Él nos entiende. Él nos comprende. Porque Él vivió también aquí en la tierra y fue tentado como nosotros. Él fue hombre, tan humano como nosotros, con un cuerpo, mente y emociones humanas reales. Como resultado de Su humanidad Cristo puede simpatizar con nuestras debilidades. Cristo fue tentado con todo tipo de tentación. Fue tentado al orgullo, la codicia, la lascivia, la duda y el temor.

“El punto es que la gloria divina del sacerdocio de Cristo no es una barrera simplemente debido a sus experiencias humanas y afinidad con el hombre”. W. H. Griffith Thomas.

“No tenemos un sumo sacerdote que sea cruel e inmisericorde; los santos tienen un sumo sacerdote, pero no uno que no pueda ser tocado con el sentir de nuestras debilidades; tales como las enfermedades y necesidades del cuerpo, persecuciones del hombre y las tentaciones de Satanás; bajo todas las cuales Cristo simpatiza con su pueblo; y cuya simpatía surge de su conocimiento y experiencia de estas cosas, y de la porción que ha tenido de ellas, y de aquella unión que hay entre él y su pueblo: y no es una mera simpatía, sino que está acompañada con su asistencia, soporte y liberación; la consideración de esto es de gran consuelo para los santos”. John Gill.


También es para nosotros un gran consuelo y esperanza la verdad de que el pecado fue la única experiencia humana que Cristo no compartió con nosotros. Lo más importante que debemos entender es que el hecho de que Jesús nunca pecó significa que Él entonces experimentó el mayor grado y expresión del poder de la tentación.

“En la actualidad hay una tonta idea de que la gente buena no conoce lo que significa la tentación. Esta es una mentira obvia. Solamente aquellos que intentan resistir la tentación saben que tan fuerte es… Un hombre que se entrega a la tentación después de cinco minutos simplemente no sabe cómo ésta hubiera sido una hora después. Esta es la razón por la cual la gente mala, en cierto sentido, sabe muy poco sobre la maldad. Han vivido protegidos entregándose siempre… Cristo, debido a que Él fue el único hombre que nunca se rindió a la tentación, es también el único hombre que conoce a la plenitud lo que la tentación significa – Él es el único realista completo” C. S. Lewis.

“Esto nos lleva al punto notable e importante de que la simpatía o afinidad de Cristo está asociada con su falta de pecaminosidad. Él siente con nosotros porque es distinto de nosotros… El asunto es tan vital que es esencial que tengamos bien claro este punto de la relación necesaria entre la falta de pecado de Cristo y su simpatía… lejos de que la falta de pecaminosidad de nuestro Señor haga su tentación irreal, lo cierto es exactamente lo opuesto, pues es a causa de su falta de pecaminosidad que sintió la tentación de modo más agudo. Una persona que ha estado toda su vida acostumbrada al mal moral es mucho menos probable que comprenda lo aborrecible del mismo que aquella que ha estado rodeada de pureza y no ha experimentado el vicio y la degradación. La cuestión de la falta de pecaminosidad de Cristo, y con toda la realidad de sus tentaciones, es de una importancia suprema, y requiere que la examinemos con toda atención”. W. H. Griffith Thomas.


IV. Cristo suple a Su pueblo de todo lo necesario para perseverar (v. 16)


En Cristo hay misericordia y gracia para nuestro tiempo de necesidad. Hay misericordia y gracia para cuando fallamos y pecamos. No nos detengamos de venir a Dios. Ahí está Jesús, a la diestra del Padre, por lo que tenemos la confianza de acercarnos al trono, que gracias a Él es un trono de Gracia. Podemos perseverar debido a que tenemos un sumo sacerdote que es eficaz haciendo Su obra por nosotros.


martes, 26 de octubre de 2010

Reposo final

Hebreos 4:1-13

1 Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado. 2 Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron. 3 Pero los que hemos creído entramos en el reposo, de la manera que dijo: “Por tanto, juré en mi ira, no entrarán en mi reposo”; aunque las obras suyas estaban acabadas desde la fundación del mundo. 4 Porque en cierto lugar dijo así del séptimo día: “Y reposó Dios de todas sus obras en el séptimo día”. 5 Y otra vez aquí: “No entrarán en mi reposo”. 6 Por lo tanto, puesto que falta que algunos entren en él, y aquellos a quienes primero se les anunció la buena nueva no entraron por causa de desobediencia, 7 otra vez determina un día: Hoy, diciendo después de tanto tiempo, por medio de David, como se dijo: “Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones”. 8 Porque si Josué les hubiera dado el reposo, no hablaría después de otro día. 9 Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios. 10 Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas. 11 Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia. 12 Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. 13 Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.


En estos versículos, el escritor sagrado sigue tratando con el mismo tema que inició en el versículo 7 del capítulo 3, el cual constituye una exhortación a rechazar la incredulidad. El mensaje es específico: La perseverancia es necesaria para poder recibir la bendición de Dios. La doctrina de la seguridad eterna no significa que Dios salvará a apóstatas. Las palabras clave de esta sección son “Hoy” y “Reposo”. Desarrollando la enseñanza sobre el Sábado que se encuentra en Génesis 2:2, el autor nos hace la exhortación de “entrar en aquel reposo” (v. 11) y la advertencia “no endurezcáis vuestros corazones” (v. 7).

I. Entrar al reposo final requiere creer en el evangelio (v. 1, 2)

En el capítulo anterior aprendimos que, como consecuencia de su desobediencia y rebeldía, Dios le negó al pueblo de Israel la entrada a la tierra prometida (3:10, 11). Aquella rebelión tenía una raíz profunda en la incredulidad: las personas en realidad no creían en la promesa salvadora de Dios, aun a pesar de haber visto todas las poderosas obras con las que habían sido liberados de Egipto (3:16, 19). Tristemente, aquellas personas albergaban en su corazón un deseo por regresar a Egipto, despreciando al Dios que los había rescatado.

Sin embargo, en este pasaje aprendemos que la promesa que Dios había hecho, acerca de entrar en Su reposo, aún está vigente. “Hoy” mismo (3:8), seguimos escuchando la invitación de Dios en el Evangelio, a venir a Él y creer en Él y confiar en Él. La incredulidad de aquel pueblo no invalidó la promesa del Evangelio. La promesa de reposo aun está extendida: “permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo” (v. 1).

Esta promesa ha sido extendida a nosotros los que hemos escuchado el Evangelio, la cual demanda lo mismo de nosotros: creer y perseverar. Esta verdad debe hacer surgir en nosotros una sola ocupación y una sola actitud. Debemos ocuparnos de alcanzar este reposo. Y debemos hacerlo con una sola actitud: temor. “Temamos, pues…” (v. 1).

Debemos temer a la incredulidad, porque es la que nos apartará de entrar al reposo de Dios. Debemos temer no creerle a Dios. Y nosotros en particular, tenemos una razón para temer: porque a nosotros en verdad se nos ha predicado el Evangelio de Dios.

El camino de salvación, tanto en el AT como en el NT es siempre el mismo: fe en las promesas de Dios. Debemos temer pues, porque la incredulidad, el no creer en las promesas de Dios, sólo puede producir un resultado: el juicio de Dios. El juicio divino inspira temor (cf. 10:27, 31; 12:21). Ante la promesa de entrar en su reposo, no debemos temer al hombre, sino a Dios (cf. 11:27; 13:6). No importa cuantas veces hayamos escuchado el evangelio, de nada nos sirve si no creemos. El evangelio de nada sirve si solamente se oye. Es necesario creerlo, confiar en el, tener fe (v. 2).

“El punto principal es: teme que esto te esté pasando a ti. Teme escuchar las promesas de Dios y no confiar en ellas. Porque lo mismo que les pasó a ellos nos pasará a nosotros: no entraremos en el reposo de Dios – el cielo de Dios – si no confiamos en Sus promesas”. John Piper.


II. El reposo es la experiencia que tendrá el creyente del mismo reposo de Dios (v. 3-5)

El tema central de estos versículos es el “reposo” de Dios. Este reposo existe desde el séptimo día de la creación (v. 4). Algo que debemos entender es que, mucho antes de que Dios extendiera a los israelitas la promesa de entrar en la tierra prometida, el reposo de Dios ya existía.

¿Qué significa entrar al reposo de Dios? Para ello debemos entender el significado del reposo al que Dios entró en el séptimo día de la creación. El reposo de Dios no significa que Dios ya no trabaja, o que no tiene ya nada que ver con la creación. Por el contrario, Dios desde Su trono sustenta y gobierna toda la creación, desde el movimiento de las galaxias y los soles hasta el crecimiento del pasto más insignificante (Salmo 104). Que Dios reposara de Sus obras significa que ya no había nada más que añadir a la creación. Todo era perfecto: “bueno en gran manera” (Gen. 1:31). En ese sentido, Dios “reposó” siendo poseedor de una perfecta y completa satisfacción, paz, contentamiento, como consecuencia de saber que todo es perfecto.

Ese es el reposo final al cual Dios nos invita a entrar y que tendremos cuando estemos al fin en su presencia (cf. Apocalipsis 7:14-17).

III. Entrar en el reposo de Dios es una promesa cuyo cumplimiento perfecto será en el futuro (v. 6-10)

El escritor cita el Salmo 95 debido al tema del reposo. En el v. 7 señala que esta advertencia vino mucho tiempo después de que Josué introdujera el pueblo de Israel a la tierra de Canaán. La posesión de dicha tierra fue, por lo tanto, un anticipo, no el cumplimiento final del reposo para el pueblo de Dios.

El v. 8 hace otra indicación que la tierra física de Canaán no era el cumplimiento de la promesa de Dios. Las palabras de David fueron escritas aproximadamente 400 años después de que Israel entrara a la tierra bajo la dirección de Josué. Si la tierra a la cual Josué los había conducido cumpliera la promesa de reposo divino, entonces la advertencia del salmo a la generación de David no tendría sentido.

La entrada del pueblo de Israel a la tierra prometida fue entonces una figura de la entrada del pueblo de Dios al reposo eterno y divino. El cumplimiento final de entrar al reposo de Dios ocurrirá cuando los creyentes se encuentren en la nueva creación que Cristo traerá en Su retorno.

En un sentido salvífico, al creer en el evangelio, dejamos de trabajar y obrar. En otro sentido, nuestros trabajos y obrar apenas acaban de empezar. (cf. Apocalipsis 14:13).

IV. La promesa de reposo merece nuestra rigurosa consideración y esfuerzo (v. 11)

Aunque la salvación es por gracia divina de principio a fin, los creyentes deben de manera activa verter todas sus fuerzas en la búsqueda de la santidad, sin la cual la salvación es imposible (12:14). Esta obligación indica que las “obras” del v. 10 continúan para los creyentes y que el reposo “permanece” aun en el futuro.

“En otras palabras, Israel cayó del gozo prometido debido a la desobediencia de incredulidad. Y lo mismo le puede pasar a cualquier cristiano profesante. Para evitar que suceda – y para mostrar que somos más que un simple cristiano profesante – nos dice: “Sean diligentes para entrar en el reposo de Dios” – el cielo de Dios”. ¡Sean diligentes! Pongan mucha atención a lo que han escuchado (2:1), no menosprecien su gran salvación (2:3); consideren a Jesús (3:1); no endurezcan sus corazones (3:8); tengan cuidado de un corazón incrédulo (3:12); exhórtense unos a otros cada día en contra del engaño del pecado (3:14); y teman la incredulidad que los apartará del reposo prometido (4:1)”

“¿Pueden ver la gran lección? La vida cristiana es una vida de confiar de día a día, hora a hora en las promesas de Dios de ayudarnos y guiarnos y tener cuidado de nosotros y perdonarnos y llevarnos a un futuro de santidad y gozo que satisfacerá nuestros corazones infinitamente más que si lo abandonamos y ponemos nuestra confianza en nosotros mismos o en las promesas de este mundo. Y esa confianza día a día, hora a hora en las promesas de Dios NO es automática. Es el resultado de una diligencia diaria y es el resultado de un temor adecuado”. John Piper.


V. La Palabra de Dios posee una vitalidad que expone la incredulidad (v. 12-13).

En el idioma original, la palabra “viva” va al inicio de la oración, para resaltar esta propiedad. “Viva” se refiere a que la Palabra tiene una característica animada y vitalidad. Dios está vivo, es real, es la fuente y autor de la vida (cf. 2 Tim. 3:16). Su Palabra es el aliento de Dios mismo. Cuando la Biblia habla, Dios habla.

El argumento ilustra que la Palabra de Dios expuso la falta de fe de aquella generación en el desierto, y que la Escritura (por ejemplo, el Salmo 95) penetra y juzga a aquellos a quienes advierte sobre el engaño del pecado (3:13) y sobre la posibilidad de no alcanzar la salvación (v. 1).

Debemos tener en mente que la Palabra de Dios es Su instrumento con el que de manera eficaz cumple Su propósito. La creación es un ejemplo de esta verdad. Dios, con Su Palabra, sostiene la creación. Con Su Palabra, da el nuevo nacimiento. Dios, con Su Palabra, santifica al creyente (cf. Isaías 55:10, 11).

Debemos tener la convicción de que la Palabra juzga lo más interno de mi ser: mis pensamientos y actitudes más secretos. Nunca nos aproximemos a la Biblia como nos aproximamos a cualquier otro libro. Tengamos hambre, expectación por encontrar vida en ella.

Al leer Su Palabra, tengamos un sentido de expectación de que Dios hará Su obra. Tengamos eso en mente cada vez que leemos o escuchamos Su Palabra.

“Este es el fundamento del mensaje de Dios para ti hoy: Hay un reposo para ti hoy. Dios ofrece reposo. La puerta no está cerrada. El tiempo no ha pasado. No te has perdido tu última oportunidad. Escucha las palabras del versículo 9: “queda un reposo para el pueblo de Dios”. La puerta está abierta. El tiempo es ahora.

Ah, pero alguien dirá: “Si, un reposo permanece para el pueblo de Dios, pero no para mí”. Pero yo respondo, no te excluyas a ti mismo. Mira el versículo 3: “los que hemos creído entramos en el reposo”. Hay una puerta al pacífico y feliz reposo de Dios: la puerta de la fe. Cualquiera que ponga fe en las promesas que Dios compró para nosotros por la sangre de Jesús, y es diligente de no desechar la fe, es parte del pueblo de Dios. Así que de parte de Dios, te llamo esta mañana, a que pongas tu confianza en la promesa del reposo de Dios”. John Piper.


martes, 19 de octubre de 2010

Perseverancia firme y la catástrofe de la incredulidad

Hebreos 3:7-19

7 Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: “Si oyereis hoy su voz, 8 No endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto, 9 donde me tentaron vuestros padres; me probaron, y vieron mis obras cuarenta años. 10 A causa de lo cual me disgusté contra esa generación, y dije: Siempre andan vagando en su corazón, y no han conocido mis caminos. 11 Por tanto, juré en mi ira: No entrarán en mi reposo”. 12 Mirad, hermanos, que no hay en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; 13 antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: “Hoy”; para que ninguno se endurezca por el engaño del pecado. 14 Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio, 15 entre tanto que se dice: “Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación”. 16 ¿Quiénes fueron los que, habiendo oído, le provocaron? ¿No fueron todos los que salieron de Egipto por mano de Moisés? 17 ¿Y con quiénes estuvo él disgustado cuarenta años? ¿No fue con los que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el desierto? 18 ¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a aquellos que desobedecieron? 19 Y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad.


I. Recapitulando: Jesús es mayor que Moisés (v. 1-5)

Al inicio de este capítulo, el autor explica dos maneras en las que Cristo es más grande que Moisés:

(1) Cristo es mayor a Moisés de la misma forma que el constructor de una casa es mayor que la casa que construyó (v. 3). En otras palabras, Jesús es mayor a Moisés porque Él hizo a Moisés. El v. 4 hace explícito, que, si Dios es el creador de todas las cosas, entonces Jesucristo es Dios. Lo cual es lo mismo que dijo en Hebreos 1:8.

(2) Jesús es mayor a Moisés en la forma en que un hijo sobre una casa es mayor que un siervo en la casa (v. 5, 6). El Hijo es heredero de la casa. Ésta le pertenece, la gobierna y la provee.

Entonces, al final de la sección (v. 6b), el escritor dice a sus lectores que ellos son la casa de Dios, la casa que Su Hijo creó y hereda, “si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza”.

“Esta si es una cosa tremendamente seria. Somos Su casa, somos el pueblo de Dios, somos la posesión y herencia de Dios, es decir, somos salvos, si. Este si es tan serio y tan importante que el resto del capítulo 3 es un soporte y explicación de éste”. John Piper.


II. La perseverancia es una condición para ser, no para volverse (v. 6)


“Note primero que esta condición – “si retenemos firme hasta el fin la confianza” es una condición para ser algo ahora. El versículo no dice: se volverán la casa de Dios si retienen firme la confianza. Dice: “la… casa somos nosotros si retenemos firme… la confianza”… Si quiere estar seguro de que usted es la casa de Dios, pruebe a ver si espera en Dios y si confía en Dios y mire a Dios para la seguridad y felicidad de su futuro y la satisfacción de su corazón”. John Piper.


El v. 14 confirma que esto es lo que el escritor está pensando. En éste versículo se tiene una declaración muy parecida a la del v. 6: “somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio”. El ser “participantes de Cristo” es virtualmente lo mismo que el ser “participantes del llamamiento celestial” del v. 1. Ambos son lo mismo que ser “la casa de Dios” del v. 6. Sin embargo, notemos cuidadosamente las palabras utilizadas en el v. 14: “somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio”. La condición es futura: retener hasta el fin. Pero el efecto de la condición se relaciona al pasado: “somos hechos participantes”. Es claro que el punto aquí no es: “reten firme tu confianza para volverte en el futuro participante de Cristo”. El punto es: “retén firme tu confianza para poder demostrar (probar, evidenciar) que eres un participante de Cristo.

El no retener firmemente nuestra confianza y fe no nos hace perder la salvación, sino que muestra que no éramos verdaderamente salvos.

“El mismo espíritu con el cual los cristianos se inician en los caminos de Dios, lo deben mantener y evidencia hasta el final. Aquellos que comienzan seriamente, con vivos afectos, propósitos santos y humilde confianza, deben seguir en el mismo espíritu. Pero, hay muchos que en el inicio de su profesión muestran gran coraje y confianza, pero no las retienen hasta el final. La perseverancia en la fe es la mejor evidencia de la sinceridad de nuestra fe”. Matthew Henry.


En los siguientes versículos el escritor define lo contrario a la perseverancia: la incredulidad, que da como resultado el rechazar a Cristo, aun habiendo recibido la revelación de la verdad de Dios acerca de Él.

III. Un ejemplo histórico de incredulidad (v. 7-11)

A continuación el autor hace una advertencia muy seria de la manera en que Dios obró en el pasado, específicamente, en la forma en que trató con Israel después de que salieron de Egipto y luego, a pesar de todo el poder y misericordia a su favor, tentaron a Dios con murmuración e incredulidad. El resultado: Dios los dejó morir en el desierto y juró que nunca entrarían en el reposo de Dios en la tierra prometida.

De nueva cuenta, el autor cita el Antiguo Testamento. En esta ocasión cita el salmo 95. Este salmo era muy importante para la vida religiosa de los judíos. Con este salmo se iniciaban las reuniones todos los sábados en las sinagogas. El inicio de este salmo constituye un llamado a la adoración.

La segunda parte del salmo, constituye un recuento hecho por Dios de los eventos narrados en Números 13 y 14. Lo que el pueblo de Israel hizo en esa ocasión fue un rechazo de Dios mismo, aun después de todo lo que habían visto sobre la gloria y el poder de Dios. Esa era la naturaleza de su incredulidad.

Notemos que la respuesta del Señor a la incredulidad del pueblo fue Su ira. Una ira permanente (v. 11).


“El punto es que el pueblo de Israel es un ejemplo o lección para estos lectores. Habían sido tratados con gran misericordia al sacarlos Dios de Egipto con señales y maravillas. Y esta gente había visto señales y maravillas (2:4). Habían probado los poderes de la era venidera (Heb. 6:5). El Espíritu Santo ha estado obrando en medio de ellos y han participado en Su poder (Heb. 6:4). Todo semejante a lo que los Israelitas experimentaron al salir de Egipto. Y por un poco de tiempo fueron muy felices y parecían confiar en Dios.

Pero no duró. Y esa es la razón por la que este ejemplo es tan importante para el escritor de Hebreos. Él desea que los cristianos profesantes duren, perseveren. Porque esa es la única manera en la que probarán que son en verdad la casa de Dios y en verdad participan en la salvación de Cristo. Así que les dice: miren a Israel y no sean como ellos.

La historia de Israel en un ejemplo para la iglesia profesante. No traten la gracia de Dios con menosprecio – presumiendo recibirla como si fuera un escape de la miseria de Egipto, pero sin estar satisfecho con ella como una guía y provisión en el desierto de esta vida. ¡Cuantos cristianos profesantes quieren la misericordia del perdón para no ir al infierno, pero tienen corazones duros hacia el Señor cuando se trata de una comunión diaria con Él!” John Piper.


IV. La incredulidad puede ser prevenida y vencida (v. 12-15)


El consejo del autor es: “Mirad, hermanos, que… ninguno de vosotros” se aparte de Dios.

La manera de alcanzar una perseverancia fiel es manteniendo el contacto con otros cristianos para animarnos unos a otros (v. 13). Este contacto debe ser “cada día”. Es decir, en una base regular y de ánimo mutuo.

“Hay un mucho de engaño en el pecado, parece justo, pero es inmundo, parece agradable, pero es pernicioso, promete mucho, pero no logra nada. El engaño del pecado es de una naturaleza endurecedora para el alma, un pecado permitido prepara otro, cada acto de pecado confirma el hábito; el pecar en contra de la conciencia es el camino para cauterizarla, y por lo tanto debe ser la gran preocupación de cada uno el exhortarse a sí mismo y a otros de cuidarse del pecado” Matthew Henry.


V. El privilegio de oír la Palabra de Dios no garantiza la salvación (v. 16-19).

Para la generación que murió en el desierto, ni la bendición del éxodo de Egipto, ni el privilegio de oír la voz de Dios le garantizó la entrada al reposo de Dios en la tierra prometida. Su rebelión (v. 16), pecado (v. 17) y desobediencia (v. 18) tenían su raíz en la incredulidad – ellos fallaron en aferrarse persistentemente a la promesa de Dios (v. 19), probando por sus acciones que no eran verdaderamente redimidos.

“Aunque el oír la Palabra sea el medio ordinario de salvación, con todo, si no es atendida, ésta expondrá a los hombre más a la ira de Dios”. Matthew Henry.


“O, cuantos cristianos profesantes hacen un comienzo con Dios. Escuchan que sus pecados pueden ser perdonados y de que pueden escapar del infierno e ir al cielo. Y dicen: ¿qué tengo que perder? Creeré. Pero luego en una semana, o en un mes, o en un año o en diez años, la prueba viene: una temporada sin agua en el desierto. Un cansancio del maná, y sutilmente un desear los placeres pasajeros de Egipto, como dice Números 11:5-6: “Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos; y ahora nuestra alma se seca; pues nada sino este maná ven nuestros ojos.

Aterrorizante condición para estar es esta – encontrarte que ya no estás más interesado en Cristo y Su Palabra y en la oración y adoración y en las misiones y en vivir para la gloria de Dios. Y encontrar todos los placeres fugaces de este mundo más atractivos que las cosas del Espíritu.

Si esa es tu situación esta mañana, entonces te ruego que escuches al Espíritu Santo hablando en este texto. Pon atención a la Palabra de Dios (2:1). No endurezcas tu corazón (3:8). Despierta al engaño del pecado (3:13). Considera a Jesús, el apóstol y sumo sacerdote de nuestra gran profesión (3:1). Y aférrate a tu confianza y al gloriarte en tu esperanza en Dios (3:6)”. John Piper.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Encontrando nuestro gozo en Cristo


1Por lo demás, hermanos míos, regocijaos en el Señor. A mí no me es molesto escribiros otra vez lo mismo, y para vosotros es motivo de seguridad. 2Cuidaos de los perros, cuidaos de los malos obreros, cuidaos de la falsa circuncisión; 3porque nosotros somos la verdadera circuncisión, que adoramos en el Espíritu de Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no poniendo la confianza en la carne, 4aunque yo mismo podría confiar también en la carne. Si algún otro cree tener motivo para confiar en la carne, yo mucho más: 5circuncidado el octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; 6en cuanto al celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia de la ley, hallado irreprensible. 7Pero todo lo que para mí era ganancia, lo he estimado como pérdida por amor de Cristo. 8Y aún más, yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor, por quien lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a Cristo, 9y ser hallado en El, no teniendo mi propia justicia derivada de la ley, sino la que es por la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios sobre la base de la fe, 10y conocerle a El, el poder de su resurrección y la participación en sus padecimientos, llegando a ser como El en su muerte, 11a fin de llegar a la resurrección de entre los muertos. Filipenses 3:1-11 (LBLA)

Este pasaje comienza con el mandamiento pastoral del apóstol Pablo: "regocijaos en el Señor" (v. 1). Al meditar en estas palabras, queda claro que el gozarse en Cristo no es una opción. Es un deber. Es algo que debemos perseguir (cf. Filipenses 3:13, 14). Al observar que gozarse en Cristo es un deber del creyente, me pregunto: ¿Es el gozarse en Cristo una realidad permanente en mi vida? ¿Acaso experimento en verdad este gozo en el Señor descrito por Pablo como gloriarse en Cristo ? (v. 3) Por otro lado, ¿cómo puedo dirigir o enfocar mi vida a perseguir y hallar este gozo? ¿Cómo se alcanza esta clase de gozo?

Primero que nada, observo del texto que en nuestra vida están presentes muchos obstáculos que nos impiden, nos alejan, nos desvían del gozo en Cristo. Estos obstáculos son todas aquellas cosas que hacemos o tenemos que surgen de una actitud del corazón: poner "la confianza en la carne" (v. 3).

Para el apóstol Pablo, poner su confianza en la carne involucraría gloriarse en su linaje judío, en un cumplimiento externo de la ley a la perfección, en vez de gloriarse en Cristo. Si Pablo confiara y recibiera su gozo de estas cosas, no podría confiar y gozar de Cristo.

Me pregunto, ¿en qué logros y posesiones me estoy gloriando y poniendo mi confianza? ¿Es acaso en mis obras buenas? ¿Está en mis logros académicos o profesionales? ¿En alguna habilidad? ¿En mi aparente gran religiosidad? ¿En mis posesiones? O peor aún..... ¿en alguna clase de pecado que he consentido en mi vida?

Nota, todas estas cosas se convierten en pobres sustitutos de Cristo cuando las atesoramos, cuando las consideramos como "ganancia". Pablo dice que antes de su conversión, todas estás cosas "eran para mi ganancia".

¿Cómo podemos empezar a perseguir, mucho menos hallar nuestro gozo en Cristo, si nuestro tesoro y nuestro deseo está en otras cosas que no son El? Lo que necesitamos es un cambio en nuestra escala de valores. Necesitamos un cambio de corazón. Necesitamos ver qué es lo que verdaderamente vale en el universo. Es la persona de Cristo. Es poder conocer a Cristo como Señor y Salvador (v.8). Es ser hallados justos en Él (v. 9). Es conocer el poder de Su resurrección (v. 10). Es incluso participar de sus padecimientos (v. 10).

Todas las obras o posesiones que podamos acumular no tienen comparación con Cristo. el "valor de conocer a Cristo" simplemente es "incomparable". Creo que en la medida en que empecemos a entender esto y actuar conforme a ello, empezaremos a abandonar nuestra confianza en la carne y en todas estas cosas. Las veremos por lo que verdaderamente son: "pérdida", no ganancia. Son "basura" (v. 8). Literalmente, en el lenguaje original, son estiércol. Son algo que nos debería causar repulsión o aversión, cuando las comparemos con Cristo.

Y entonces, no podremos ser saciados por nada ni nadie más. Solo Cristo, el Hijo de Dios. Y la búsqueda intensa, sin detenerse, comenzará.

Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.
Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? Marcos 16:25, 26 (RV).

¡Dios, abre mis ojos y cambia la escala de valores de mi corazón! Ayúdame a ver el incomparable valor de conocer a Cristo. Amén.


lunes, 30 de agosto de 2010

El peligro de menospreciar el Evangelio

Hebreos 2:1-4

1 Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos. 2 Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución, 3 ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron, 4 testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad.

En esta sección de la carta, el autor hace una aplicación de la doctrina expuesta en el capítulo anterior, concerniente a la excelencia de la persona de Cristo. Esto es evidente por el uso de las palabras “Por tanto”, lo que muestra la conexión de lo que ahora va a decir con lo primero, donde probó que Cristo es superior a los profetas y a los ángeles.

La aplicación que el escritor nos proporciona consiste en una seria advertencia y exhortación. La epístola a los Hebreos contiene en total cinco mensajes de advertencia y exhortación, colocados estratégicamente a lo largo de ella. Estas advertencias son extraídas como una conclusión de la doctrina que ya ha sido expuesta. Todas las advertencias de la epístola están escritas para que comprendamos el peligro de apartarse de Jesucristo y de las verdades del evangelio.

Primero observamos la exhortación: “es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído” (v. 1). Atender con diligencia implica darle un alto valor a las verdades del Evangelio, tenerlas como asuntos de gran importancia, inclinarnos a ellas diligentemente en cada oportunidad, leerlas frecuentemente, meditarlas constantemente y poner nuestra fe en ellas.

“Debemos abrazarlas [las verdades del evangelio] en nuestro corazones y afectos, retenerlas en nuestras memorias, y finalmente regular nuestras palabras y acciones de acuerdo a ellas” Matthew Henry.

En esto consiste la exhortación. Las razones para vivir de esta manera, constituyen una seria advertencia. El autor proporciona entonce tres razones, las cuales son:

I. El proceso de apartarse del evangelio, aunque imperceptible, es real (v. 1).

Como argumento, añade grandes motivos para dar fuerza a su exhortación: la enorme pérdida que tendríamos si no atendemos con diligencia las cosas que hemos escuchado.

El autor nos dice que es necesario entonces que pongamos atención, “no sea que nos deslicemos”. La palabra traducida como “deslicemos”, en el idioma original proporciona la idea de “ir a la deriva”. La palabra, en el argot marino de la época, era utilizada para describir al barco que, al habérsele roto el ancla, se va alejando del puerto de manera gradual y casi imperceptible.

“Esto procede de la corrupción de nuestras naturalezas, la enemistad y engaño de Satanás (roba la palabra), de las incitaciones y trampas del mundo, la maleza que ahoga la buena semilla… Esta consideración debería ser un fuerte motivo tanto para nuestra atención hacia el evangelio como para nuestra retención de el, y en verdad, si no atendemos bien, no retendremos por mucho la palabra de Dios, los oyentes distraídos pronto serán oyentes olvidadizos”. Matthew Henry.

El autor nos insta a no soltar a Cristo, quien es nuestra ancla segura, ni siquiera ligeramente. ¿Cómo podemos saber si este lento “deslizar” me está sucediendo? He aquí unos indicios:

- Cuando hablar con Jesucristo ha dejado de ser parte vital en mi vida.
- Cuando el deseo de ser como Él es ya no domina mi pensamiento.
- Cuando no me deleito en adorarle en el contexto y junto con la iglesia.
- Cuando nos importa más lo material, la diversión antes que mi comunión con Él.

II. Las consecuencias de ignorar el evangelio son severas (v. 2).

El autor toma otro argumento del temible castigo en que incurriremos si no cumplimos este deber, un castigo mucho más temible que aquel en que cayeron aquellos que menospreciaron y desobedecieron la ley.

En estos versículos se utiliza un lenguaje legal. El autor está refiriéndose a la Ley de Dios. Notemos que la ley es descrita como “firme”, es decir, permanece y tiene fuerza, ya sea que los hombres la obedezcan o no. La palabra “transgresión” se refiere a un acto voluntario, desafiante, a rehusarse a obedecer.

“El castigo más severo que Dios alguna vez haya inflingido sobre los pecadores no es mayor a lo que el pecado merece: es una justa retribución, los castigos son tan justos, y tan adecuados al pecado como las recompensas lo son a la obediencia”. Matthew Henry.

La palabra “descuidamos” se refiere a un menosprecio o desdén puesto sobre la gracia salvadora de Dios, tomándola ligeramente, sin tomar cuidado de ella, no pensar que vale la pena estar familiarizados con ella, es no considerar la valía del evangelio de gracia o de nuestra necesidad de el y de nuestro pobre estado sin ella. En estas cosas se descubre un claro descuido de esta grande salvación.

Si las consecuencias de ignorar la ley son tan severas, ¿qué podemos pensar de lo que nos espera si descuidamos la palabra traída a nosotros por el mismo Hijo de Dios? Si menospreciamos el Evangelio, ¿qué nos podrá salvar?

III. Las consecuencias de ignorar el evangelio son seguras (v.3).

Notemos cómo se describe la miseria que recibirán aquellos: es declarada inevitable. “¿Cómo escaparemos?” Es la pregunta. La respuesta: No hay escape.

“Nos hace ver que los que descuidan esta gran salvación, serán dejados… sin excusa, en el día del juicio… quedarán sin habla y condenados por sus propias consciencias, incluso a un mayo grado de miseria que aquellos que menospreciaron la autoridad de la ley, o que hayan pecado sin la ley.” Matthew Henry.

Otro argumento para reforzar la exhortación es tomado de la dignidad y excelencia de la persona por medio de la cual el Evangelio fue inicialmente anunciado. La salvación fue “anunciada primeramente por el Señor”. Es decir, por Jesucristo, el Señor de todo, poseedor de una veracidad y fidelidad incuestionable e inmutable, soberanía absoluta y autoridad.

“Seguramente puede esperarse que todos reverenciarán este Señor, y prestarán atención al Evangelio que empezó a ser anunciado por uno que habló como “ningún otro hombre había hablado””. Matthew Henry.

Otro argumento es tomado del carácter de aquellos que fueron testigos de Cristo y del Evangelio: “nos fue confirmada por los que oyeron, testificando Dios juntamente con ellos”.

El anuncio del Evangelio fue confirmado por aquellos “que oyeron”, por los apóstoles, que fueron testigos presenciales de lo que Jesucristo hizo y enseñó. Además Dios testificó “juntamente con ellos”. Dios confirmó que ellos estaban autorizados y enviados por Él para predicar a Cristo y la salvación en Él. ¿Cómo testificó Dios junto a ellos? Lo hizo “con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo”.

Señales y prodigios más allá del poder de la naturaleza y fuera del curso de ella, llenando a los espectadores con maravilla y admiración, conmoviéndolos para atender la doctrina predicada. Por medio de dones del Espíritu Santo, calificándolos, capacitándolos y animándolos a hacer la obra a la que habían sido llamados.

Dios testificó la autoridad y excelencia del Evangelio.


miércoles, 25 de agosto de 2010

Jesucristo es mejor

Hebreos 1:4-14

4 hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos. 5 Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi Hijo eres tú, Yo te he engendrado hoy, y otra vez: Yo seré a él Padre, Y él me será a mí hijo? 6 Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en el mundo, dice: Adórenle todos los ángeles de Dios. 7 Ciertamente de los ángeles dice: El que hace a sus ángeles espíritus, Y a sus ministros llama de fuego. 8 Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; Cetro de equidad es el cetro de tu reino. 9 Has amado la justicia, y aborrecido la maldad, Por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, Con óleo de alegría más que a tus compañeros. 10 Y: Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, Y los cielos son obra de tus manos. 11 Ellos perecerán, mas tú permaneces; Y todos ellos se envejecerán como una vestidura, 12 Y como un vestido los envolverás, y serán mudados; Pero tú eres el mismo, Y tus años no acabarán. 13 Pues, ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Siéntate a mi diestra, Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies? 14 ¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?

El autor de Hebreos ha probado la preeminencia del evangelio por sobre la ley, al demostrar la preeminencia del Señor Jesucristo por encima de los profetas. Ahora procede a demostrar que Jesús es muy superior no solamente a los profetas, sino también a los mismos ángeles.

Los ángeles ocupaban un lugar especial en la enseñanza judía: La ley no fue solamente entregada por medio de hombres, sino que había sido entregada y ordenada por medio de ángeles (Gálatas 3:19). Los ángeles estuvieron presentes en la entrega de la ley. Los ángeles también fueron usados para llevar la revelación de Dios a los profetas.

Para los judíos, los ángeles eran seres gloriosos, de mayor excelencia que los hombres. La Escritura siempre los representa como las más excelentes de las criaturas de Dios y no conocián de ningún ser, sino solamente Dios, que sea mayor que los ángeles. Por lo tanto, si la ley había sido ordenada por medio de ángeles, a ésta se le debería dar gran estima.

Pero el evangelio es más glorioso que la ley, porque éste nos fue dado por medio de Jesucristo, quien es más grande y excelente que los ángeles. El autor nos hace entender esta verdad al comparar entre Jesucristo y los ángeles, tanto en naturaleza como en oficio, probando que Cristo es bastamente superior a los mismos ángeles. Tenemos cinco razones para creerlo:

I. Jesucristo es receptor de una mayor dignidad, habiendo heredado un nombre más excelente (v. 4, 5).

El texto “hecho… superior” no indica que Jesús es una criatura como los ángeles. El original bien se podría leer “siendo … superior”.

La Escritura declara la superioridad del nombre y de la naturaleza de Cristo sobre los ángeles. El autor cita varios pasajes del AT, cosas que fueron dichas sobre Cristo y que nunca fueron dichas sobre los ángeles.

De Cristo se dice “Mi Hijo eres tú, Yo te he engendrado hoy” (cf. Salmo 2:7). Esto se puede entender refiriéndose al hecho que Cristo fue engendrado eternamente por el Padre o, a Su resurrección. O por el contexto del Salmo que el escritor cita, a la solemne inauguración de Su glorioso reino en su ascensión y toma de la diestra del Padre.

El autor cita el Salmo 2. Salmo que se leía en la coronación del rey de Israel. Esto se cumplió en Cristo en Su ascensión (cf. Efesios 1:18-21). Por lo tanto, por herencia, Cristo tiene una más excelente naturaleza y nombre que ellos. Nadie tiene mayor honor que Cristo.

Respecto a Cristo fue dicho “Yo seré a él Padre, Y él me será a mí hijo” (cf. 2 Samuel 7:14). Esto muestra que Cristo tiene una relación con el Padre que nadie más tiene, ya que esto nunca fue dicho respecto de los ángeles.

II. Los ángeles le adoran (v. 6).

De Cristo se dice: “cuando [Dios] introduce al Primogénito en el mundo, dice: Adórenle todos los ángeles de Dios”. Esto se puede entender ya sea referido a cuando Cristo fue traído al mundo, en la encarnación, o a cuando es llevado al mundo de arriba, en su ascensión, para entrar en Su reino.

Primogénito: Significa superior en estatus, preeminente. Observemos que los ángeles le adoran por decreto. Todos y cada uno de ellos. En Apocalipsis 5 los ángeles adoran diciendo: “El Cordero es digno”.

“Dios no sufrirá que un ángel continúe en el cielo sin estar en sujeción a Cristo y dándole adoración, y al final hará que todos los ángeles caídos y los hombres malvados confiesen su divino poder y autoridad y se postren delante de Él. Aquellos que no quieren que reine deberán ser traídos delante de Él y ser muertos delante de Él”.

III. Jesucristo es soberano, los ángeles son siervos de Dios (v. 7-9).

Dios dice de Cristo “Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo” (cf. Salmo 45:6, 7). Cristo está en el trono. De los ángeles dice “El que hace a sus ángeles espíritus, Y a sus ministros llama de fuego” (cf. Salmo 104:4). Haciendo esta comparación, aparece claramente la inmensa inferioridad de los ángeles respecto a Cristo. El oficio de los ángeles es ser ministros o siervos de Dios, para hacer Su voluntad. Los ángeles le sirven.

El pasaje citado, en cambio, afirma la divinidad de Jesucristo: “Tu trono, oh Dios”. Aquí una persona llama a otra persona “Dios”. Notemos que según el autor, Dios lo declara. Dios declara también la dignidad y dominio de Cristo: tiene un trono, un reino y un cetro. Tiene todo el gobierno, autoridad y poder de Dios. Dios declara también la duración eterna de su dominio y dignidad, fundamentado en la divinidad de Su persona.

Vemos también que Cristo administra con perfecta equidad. Tiene un “cetro de justicia”. El ha “amado la justicia, y aborrecido la maldad”.

Cristo es reconocido como: a) Dios mismo, b) Rey y soberano eterno, c) caracterizado por la justicia. d) El gozo es su posesión eterna.

IV. Es el Señor sobre la creación (v. 10-12).

Es Señor sobre todo lo que existe porque Él lo creó: “Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, Y los cielos son obra de tus manos”. El Señor Jesús tiene derecho para gobernar el mundo, porque Él lo hizo en el principio. Él es antes de todas las cosas (Col. 1:17). Al decir que Cristo es creador de los cielos, dice que Cristo es el creador de los ángeles.

Cristo es inmutable e inmortal: “Ellos perecerán, mas tú permaneces; Y todos ellos se envejecerán como una vestidura, Y como un vestido los envolverás, y serán mudados; Pero tú eres el mismo, Y tus años no acabarán”. La creación es mutable, toda creatura lo es.

Cristo está sobre la creación, la cual pasará. Es eterno. Es el creador. Es inmutable.

V. Es el Rey con el triunfo asegurado (v. 13).

Todos los enemigos de Cristo serán puestos bajos sus pies. Su triunfo sobre el mal y sobre el pecado es seguro. Él reinará.

Todas estas características nos ayudan a ver la superioridad de Cristo y Su gran gloria.


martes, 17 de agosto de 2010

El hombre como fue originalmente creado

Cuando la Biblia habla acerca del hombre, nos enseña cuál fue su primer estado original, según Dios lo creó antes de la caída. Los teólogos por años lo han resumido diciendo que el hombre fue creado en perfecto conocimiento, justicia y santidad. El hombre era perfecto en su condición espiritual. Los teólogos de Westminster escribieron lo siguiente:

Después que Dios hubo creado todas las demás criaturas, creó al hombre, varón y hembra, con alma racional e inmortal, dotados de conocimiento, rectitud y santidad verdadera, a la imagen de Dios, teniendo la ley de Dios escrita en su corazón, y capacitados para cumplirla.

Confesión de Fe de Westminster, Capítulo IV-B.

Notemos el hecho de que el hombre estaba capacitado para cumplir la ley de Dios. Aun más, dice la antigua confesión que el ser humano tenía la ley de Dios escrita en su corazón. ¿Que implica esto acerca de la condición del ser humano en su posición original? C. S. Lewis nos ayuda a profundizar en esta idea de la siguiente manera:

Ahora bien, el hombre paradisíaco elegía siempre cumplir la voluntad de Dios. Al seguir la dirección de esa voluntad divina, el hombre paradisíaco estaba satisfaciendo también su propio deseo. Y esto por dos razones: porque todos los actos que se le exigían eran, de hecho, agradables a sus puras inclinaciones; y también porque servir a Dios constituía el placer más exquisito, placer sin el cual todos los demás placeres habrían resultado insípidos. La pregunta de si "¿Estoy haciendo esto por amor de Dios o porque da la casualidad de que me gusta?" no surgía entonces, porque el hacer cosas por amor de Dios era casualmente lo que más le gustaba al hombre. Su voluntad, orientada hacia Dios, cabalgaba dulcemente sobre su felicidad, como se cabalga sobre un caballo bien amansado.... El placer era entonces una ofrenda agradable a Dios, porque ofrecer algo constituía un placer.

C. S. Lewis, El Problema del Sufrimiento, capítulo VI.

Considero ésta descripción profundamente esclarecedora y a la vez, una verdad que confronta la condición de mi corazón. Para el hombre en su estado original, hacer la voluntad de Dios era su gozo, su deleite, su placer. Sin lugar a dudas que eso es una parte de lo que significa tener escrita la ley de Dios en el corazón.

Por cierto que ésta perfecta y dichosa condición contrasta gravemente con la condición del ser humano caído, tal como la he comprobado por experiencia propia. Puedo notar en mí la condición de un corazón rebelde ante la voluntad de Dios. De aquí podemos profundizar mucho más acerca del significado de la caída y de lo que la redención en Cristo produce en nosotros.


lunes, 12 de julio de 2010

La superioridad de Cristo como revelación divina

Hebreos 1:1-3


1 Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, 2 en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; 3 el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas,

Introducción


La verdad de que Dios ha hablado a Su pueblo es un tema importante en la epístola a los Hebreos (2:2-3; 4:12; 6:5; 12:25). La frase “En otro tiempo” se refiere a los tiempos del Antiguo Testamento. La frase “Estos postreros días” se refiere al período Neotestamentario. El Nuevo Testamento enseña que la venida de Cristo marca nuestro presente período de tiempo como los “últimos días” que los profetas prometieron.

Como veremos en este estudio, existe una tremenda diferencia en estas dos formas en las que Dios se ha revelado. El autor empieza su carta resaltando esta diferencia entre ambas revelaciones. Para que podamos entender con claridad y a profundidad el contraste que el autor quiere presentarnos entre los profetas del Antiguo Testamento y Jesús, debemos observar: I. Los medios y las maneras en que Dios se reveló en tiempos pasados y II. La revelación superior en el Hijo.

I. Los medios y las maneras en que Dios se reveló en tiempos pasados (v. 1)

Dios, en tiempos pasados habló “por los profetas”. Es decir, personas escogidas por Dios y capacitadas por Él para el oficio de revelar la voluntad de Dios a los hombres. En el pasado, Dios decidió utilizar a hombres como el medio de comunicación entre Él y Su pueblo. Dios reveló por medio de los profetas Su carácter, Sus atributos, Sus mandamientos y Su voluntad para con los hombres. También podemos destacar que Dios utilizó “muchas maneras” para comunicarse. Algunas de estas maneras fueron en verdad gloriosas y excelentes.

A Moisés, por ejemplo, considerado por los judíos como el más grande de los profetas; se le reveló en una zarza ardiendo que no se consumía (Éxodo 3). Dios utilizó luego a Moisés para comunicar a Su pueblo y al faraón Su voluntad de liberar a Israel de Egipto. Por varias décadas después, Dios reveló por medio de Moisés, la ley moral, la ley ceremonial y civil que gobernaría al pueblo de Dios. Dios hablaba cara a cara con Moisés (Números 12:6-8) y luego éste dirigía al pueblo la palabra de Dios.

A veces Dios hizo, por medio de los profetas, grandes señales y milagros para confirmar el mensaje enviado. Dios confirmó la veracidad de la predicación de Elías al parar la lluvia y luego al hacer llover, más adelante al derramar fuego del cielo para consumir el sacrificio en el altar inundado de agua (1 Reyes 17 y 18).

A otros profetas se les reveló por medio de visiones. A Isaías se le manifestó en aquella visión excelente de Su majestad y gloria, la cual llenaba el templo. Isaías pudo ver cómo los ángeles adoran a Dios con un clamor que hacía estremecer los quiciales del templo (Isaías 6). Ezequiel tuvo la visión de los cuatro seres vivientes y de las ruedas que representan la omnisciencia y omnipresencia de Dios (Ezequiel 1). ¿Y que podemos decir de las visiones nocturnas (sueños) de Zacarías? En ocasiones Dios se comunicó con voz audible.

A otros Dios se les comunicó por medio de escenas de la vida cotidiana. A Jeremías lo llevó al taller de un alfarero para hacerle comprender Su soberanía sobre Su pueblo (Jeremías 18).

Por su parte, los profetas hicieron uso de diferentes medios para comunicar la verdad revelada. Isaías la comunicó al pueblo por medio de anuncios y predicciones (profecías). Jeremías lo hizo por medio de diferentes representaciones, como el hecho de comprar una vasija de barro para quebrarla en presencia del pueblo (Jeremías 19). A Oseas Dios le mandó que se casara con una ramera, la cual le abandonaría, para ejemplificar ante el pueblo su infidelidad al Señor.

Otros profetizaron por medio de poemas y música, es decir; por medio de Salmos.

Para el judío no cabía duda: Dios había hablado. Dios se ha comunicado. Dios les había revelado quién es Él y cuál es Su voluntad. Dios les había favorecido y honrado al darles una luz que no le había otorgado al resto del mundo.

Pero era una revelación que no dejaba de ser incompleta. No dejaba de ser a través de medios humanos y terrenales. Sí, muchos profetas habían tenido grandes visiones de la gloria y de la majestad de Dios. Pero en general el pueblo recibía el mensaje a través de medios humanos.

II. La revelación superior en el Hijo (v. 2-4)

Pero ahora, dice el escritor, tenemos una revelación superior. Decir que otra revelación era superior a la que Israel había recibido se constituía un alejamiento radical de la tradición y enseñanza judía. “¿Cómo es posible?” diría un judío. “No existe mayor ni mejor revelación de Dios que la que hemos recibido por medio de Moisés y por medio de los profetas”.

Pero la hay. Ahora todo es radicalmente diferente y mejor. ¿Por qué? Por que Dios “nos ha hablado por el Hijo”. La revelación que el Hijo da del Padre es infinitamente superior a la dada por los profetas. Las razones nos las proporciona:

1. Cristo es el heredero del universo. Cristo es mucho más que un siervo de Dios. Cristo es el “Hijo”. Él es mucho más que cualquier profeta. Incluso Moisés, el más grande portavoz de Dios, no fue más que un simple siervo en la casa de Dios. Cristo es el Hijo, dueño y heredero de la casa (3:6). Por lo tanto, Su palabra tiene mayor autoridad.

Jesús como Hijo de Dios, es el “heredero de todo”. Es el primogénito (v. 6) al que todo le pertenece. Jesús es supremo en el universo. Todo ha sido creado para Cristo: soles, estrellas, árboles, animales, humanos, todo.

Al final de los tiempos, se desplegará la supremacía del Hijo al poner a todos sus enemigos como estrado de sus pies.

¿Cómo apartarse de aquél que es el heredero de toda la creación, el que tiene la supremacía?

2. Cristo es el creador del universo. La palabra de Jesús es más grande por que Él habló y el universo existió (Jn. 1:1-3). “Todo fue creado por medio de él y para él” (Col. 1:16). Esto significa que todo le pertenece a Él.

¿Cómo apartarse del dador de la vida?

3. Cristo es el resplandor e imagen de la gloria de Dios. Entendamos esto: la gloria de Dios es la manifestación de Su ser, de Sus atributos, de su carácter. Cuando hablamos entonces de la gloria de Dios, podemos pensar (como tal vez lo estaban haciendo los lectores originales de la carta) en todos aquellos momentos del Antiguo Testamento en que la gloria de Dios fue revelada. Pensemos en la zarza ardiendo. Recordemos la gloria de Dios en el monte Sinaí. Pensemos también en las visiones de Isaías y de Ezequiel. El decir que Cristo es el “resplandor de su gloria”, es decir de la gloria de Dios, significa que toda esa gloria que podemos recordar que nos llena de asombro, que nos hace temblar y adorar, toda esa gloria Jesús la manifestó (ver Juan 1:14).

Cristo, al ser la “imagen de su sustancia”, nos revela la misma naturaleza de Dios (ver Col. 1:15; Juan 14: 9, 10).

4. Cristo es el sustentador de todas las cosas. Es el Señor de la providencia. Cristo sostiene todas las cosas. Esta frase incluye la idea de una providencia dinámica, de movimiento, de llevar las cosas hasta su destino. Cristo guía todo el universo a cumplir su propósito por el cual fue creado (2 Pedro 3: 4-7).

5. Cristo es el sumo sacerdote que ha tenido éxito. Él no solo es el Revelador de Dios, sino el Redentor del hombre. Nosotros no sólo necesitamos que Dios nos sea revelado, para poder conocerlo, sino necesitamos ser redimidos, perdonados y reconciliados para poder amarlo. Con respecto a esto, nos dice que Cristo ha “efectuado la purificación de nuestros pecados”. El pecado contamina, mancha. Cristo nos purifica de nuestro pecado. Es significativo que cuando el sumo sacerdote entraba en el lugar santísimo no se sentaba, pues no había provisión de alguna silla para que pudiera hacerlo. Pero Cristo, habiendo realizado la obra de redención, se nos dice aquí que “se sentó”. Esta frase habla entonces de una obra completa y terminada, en contraste con las ofrendas continuas de los sacerdotes levíticos.

6. Cristo es el rey soberano. Cristo “… se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas”. Esa es su posición legítima. Donde verdaderamente pertenece. A él le pertenece toda gloria y autoridad. Está sentado a la diestra del Padre.

Al estudiar estos versículos, vemos que Cristo lo es todo. Es profeta (v. 2), sacerdote (v. 3) y rey (v. 3). Todo lo que necesitamos para una vida espiritual más plena y rica lo obtenemos a través del contacto con Cristo y ocupándonos de Él.

martes, 6 de julio de 2010

La Danza de la Redención

Mi pecado
Tu constante amor.
Mi transgresión
Tu gran compasión.
Mi iniquidad
Tu limpieza.
Mi maldad
Tu misericordia.
Mi pecado
Tu sabiduría.
Mi transgresión
Tu restauración.
Mi pecado
Tu salvación.
Mi canto
Tu justicia.
Mi corazón quebrantado
Tu deleite.
Mi prosperidad
Tu buen placer.
Tu altar
mi deleite.
Oculta Tu rostro
de mis pecados.
Crea en mí
un corazón puro.
No me heches
de Tu presencia.
No quites
Tu Espíritu de mí.
Restaúrame
al gozo de tu salvación.
Concédeme
un espíritu dispuesto.
Sálvame
de mi culpa.
Sosténme.
Por que conozco
mis transgresiones.
Y mi pecado
está siempre delante de mí.

Tomado de Whiter than Snow, por Paul D. Tripp.


Es bueno que siempre estemos recordando la maravillosa relación que tenemos con Dios, a la cual lo único que aportamos es nuestra necesidad. Gloria y gracias sean al Padre, que el quiso proveer el amor, la misericordia y la paciencia a esa relación. Todo proviene de Él. Nada hay en nosotros que podamos traerle, salvo un pobre y quebrantado corazón necesitado de Su gracia.


viernes, 2 de julio de 2010

Gracias, Señor, por recordarme que voy a morir

No, no se alarmen.... No estoy en la fase terminal de alguna enfermedad incurable.... Al menos hoy no. Sin embargo, eso no cambia esta importante realidad: cada día envejezco más y me acerco a mi tumba. Este refrescante golpe de realidad nos es proporcionado de una poética y hermosa manera por el libro de Eclesiastés, específicamente el capítulo 12:

1Acuérdate, pues, de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y se acerquen los años en que digas: No tengo en ellos placer; 2antes que se oscurezcan el sol y la luz, la luna y las estrellas, y las nubes vuelvan tras la lluvia; 3el día cuando tiemblen los guardas de la casa y los fuertes se encorven, las que muelen estén ociosas porque son pocas, y se nublen los que miran por las ventanas... 6Acuérdate de El antes que se rompa el hilo de plata, se quiebre el cuenco de oro, se rompa el cántaro junto a la fuente, y se haga pedazos la rueda junto al pozo; 7entonces volverá el polvo a la tierra como lo que era, y el espíritu volverá a Dios que lo dio. 8Vanidad de vanidades, dice el Predicador, todo es vanidad... 13La conclusión, cuando todo se ha oído, es ésta: teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque esto concierne a toda persona. 14Porque Dios traerá toda obra a juicio, junto con todo lo oculto, sea bueno o sea malo. (La Biblia de las Américas).

Este texto nos recuerda el hecho de que vamos a envejecer, que habrá días difíciles de fatiga, de complicaciones en la salud por la edad. Más aún, nos recuerda que algún día habremos de morir, para pasar a la presencia de Dios, donde seremos juzgados por Él. Y acerca de esto, ¿qué nos dice el pasaje de como debemos vivir a la luz de esta realidad? El texto nos invita a que cada día sea un día que tengamos esta verdad presente. A que cada día, sobre todo en nuestra juventud, nos acordemos de nuestro Señor y Creador, es decir; que lo tengamos presente en cada aspecto de nuestras vidas. Que debemos vivir una vida de santo temor a Dios, guardando Su Palabra.

¿Qué mejor recordatorio de mi debilidad que éste? Sin duda, cada día lo debemos vivir como si fuera nuestro último día... siempre delante del Señor. Gracias, Señor, por recordarme que voy a morir....


miércoles, 16 de junio de 2010

La religión del hombre

La religión del hombre es levantar a la criatura. La religión de Dios es derribar a la criatura en el polvo de la humillación, y glorificar a Cristo.

Por J. C. Philpot. Tomado y traducido del sitio Grace Gems.


jueves, 10 de junio de 2010

Una precisa auto-consideración

Porque yo reconozco mis transgresiones, y mi pecado está siempre delante de mí (Salmo 51:3).

El pecado vive en un disfraz, razón por la cual es difícil reconocerlo. El hecho de que el pecado luzca tan bueno es una de las cosas que lo hacen tan malo. Para que éste pueda hacer su malvada obra, debe presentarse a sí mismo como algo que es cualquier cosa menos malvado. La vida en un mundo caído es como asistir a la suprema fiesta de disfraces. Un gritar impaciente lleva el disfraz de un celo por la verdad. La lujuria se disfraza como un amor por la belleza. El chisme hace su malvada obra viviendo en un disfraz de interés y oración. El ansia de poder y control lleva la máscara de liderazgo bíblico. El temor al hombre se viste como un corazón de siervo. El orgullo de siempre estar en lo correcto se disfraza como un amor por la sabiduría bíblica. La maldad simplemente no se presenta a si misma como malvada, lo que es parte de su atractivo.

Usted nunca entenderá la prestidigitación del pecado hasta que reconozca que el ADN del pecado es el engaño. Ahora, lo que esto significa personalmente es que como pecadores todos somos unos bastante comprometidos y talentosos estafadores. Todo el tiempo le digo a las personas que nadie es más influyente en sus propias vidas que ellos mismos porque nadie les habla más a ellos de lo que ellos mismos lo hacen. Somos demasiado diestros en mirar nuestro propio mal y ver bien. Somos mucho mejores en ver el pecado, debilidad y fallas de otros que de las nuestras. Somos muy buenos en ser intolerantes de las cosas de otros que de buena gana toleramos en nosotros mismos. El fondo del asunto es que el pecado produce que no nos escuchemos o veamos a nosotros mismos con precisión. Y no sólo tendemos a ser ciegos, sino que, para agravar el problema, también tendemos a ser ciegos a nuestra ceguera.

¿Qué significa todo esto? Significa que una precisa auto evaluación es el producto de la gracia. Es solamente en el espejo de la Palabra de Dios y con la vista que proporciona el Espíritu Santo que somos capaces de vernos a nosotros mismos como realmente somos. En aquellos dolorosos momentos de vernos a nosotros mismos con precisión, podemos sentir como si no estuviéramos siendo amados, pero eso es exactamente lo que está pasando. Dios, que nos ama lo suficiente como para sacrificar a Su Hijo para nuestra redención, obra de manera que nos veamos a nosotros mismos con claridad, de manera que no compremos el engaño de nuestra propia justicia, y que con un humilde sentido de necesidad personal busquemos los recursos de la gracia que sólo se pueden encontrar en Él.

De esta manera, el Salmo 51 es tanto el más triste como el más gozoso de todos los salmos. Es triste que David tenga que confesar lo que tiene que confesar, pero al mismo tiempo el hecho de que esté viendo con precisión, y reconociendo completamente su pecado es motivo para celebrar. Sólo Jesús puede abrir ojos ciegos. Cuando un pecador reconoce con precisión su pecado, los ángeles en el cielo se regocijan, y nosotros también deberíamos.


Tomado y traducido de Whiter than snow, de Paul Tripp.


martes, 8 de junio de 2010

Pensamientos acerca del suicidio

En esta entrada quisiera plasmar algunas ideas o pensamientos que últimamente he tenido acerca del tema del suicidio. Estas ideas las he compartido de manera personal con otras personas, pero quisiera hacer más abierta la discusión. Hago la aclaración que mi forma de pensar acerca de este tema ha cambiado en los últimos años. Mis reflexiones me han llevado a pensar que no es posible ser categóricos en este asunto y permanecer siendo bíblicos. Mi principal intención al escribir esta entrada es seguir meditando para ver si mis conclusiones son bíblicas. Quisiera aprender y entender mucho más de esto.

Sé que esta entrada será bastante polémica, ya que trataré un tema bastante difícil. Pero mi fin no es levantar controversias que no produzcan fruto para crecer en piedad. Más bien, deseo mostrar que la gracia de Dios y Su amor, cómo están revelados en el evangelio, son nuestra única esperanza de salvación, y no el que cometamos o no algunos pecados. Deseo meditar de tal forma que produzca en nosotros un entendimiento bíblico de la vida y de las situaciones que nos ocurren. Por otro lado, admito que no tengo ni la más mínima idea de la oscuridad que siente en su alma una persona que piensa en suicidarse o que comete suicidio. Mucho menos tengo la idea de lo que se siente que un familiar mío esté luchando contra esta clase de pensamiento o que se haya suicidado. Así que quiero ser sensible al dolor de otras personas que sí conocen el problema de primera mano.

Después de esta necesaria aclaración, quisiera abordar el tema en cuestión. El problema lo podemos plantear con diferentes preguntas: ¿Un verdadero creyente podría cometer suicidio? Visto de otra forma: ¿Puede alguien que comete suicidio ser salvo? En general, la cultura evangélica de mi estado y país (espero no generalizar demasiado) considera que sólo los que no son salvos cometen suicidio. Mi conclusión personal es que esta afirmación hecha en términos categóricos es equivocada. Creo que no tenemos base bíblica para afirmar tal cosa. Tampoco quiero afirmar con esto que todos los que profesando ser creyentes cometen suicidio son salvos, sin excepción alguna. En verdad, sólo Dios conoce los corazones y las intenciones del corazón de cada hombre. Creo que ante una situación como ésta, lo mejor es callar y esperar al final de los tiempos, en que la sabiduría de Dios nos permitirá entender claramente este y otros asuntos. Mientras tanto, quisiera compartir algunos textos que han conformado mi forma de pensar en cuanto a este asunto.

1. Creo que la Palabra de Dios enseña que nuestra única esperanza radica en el amor de Dios y el evangelio. Que Dios en Su gracia y misericordia ha perdonado todos los pecados de sus elegidos, incluyendo pasados, presentes y futuros. Con ello, quiero decir que no creo que el perdón de Dios no pueda llegar a cubrir el pecado del suicidio. La siguiente cita me ha ayudado a pensar en ello:

Fue una maravillosa oportunidad. Fui solicitado para participar en una discusión abierta sobre la muerte y el agonizar desde la perspectiva de un paciente. El evento se dio en un colegio de medicina local. Fue la primera situación ministerial en la que he estado en donde me he sentado entre un rabí y dos imanes [un imam o imán es, en términos generales, la persona que dirige la oración colectiva en el islam]....

... La única esperanza que ellos podían ofrecer era la esperanza de que, de alguna forma, de alguna manera, una persona pueda ser lo suficientemente obediente para ser aceptado en una eternidad con Dios. Mientras más hablaban, más hermoso se veía el evangelio.

El momento más significativo de la tarde vino cuando nos preguntaron acerca de qué le diríamos a la familia de alguien que ha cometido suicidio. Fue en este momento en que el evangelio alumbró con mas brillo. Yo dije, "el suicidio no cambia el paradigma. Piensen conmigo: quién de nosotros pudiera yacer en nuestra cama durante las últimas horas de nuestra vida y mirar hacia atrás y decirnos a nosotros mismos que hemos sido tan buenos como una persona puede ser? ¿No es cierto que todos nosotros miraríamos hacia atrás y tendríamos remordimiento sobre cosas que escogimos, dijimos e hicimos? Ninguno de nosotros es capaz de recomendarse a Dios en base a nuestro desempeño. En esta manera, la persona que ha cometido suicidio y la persona que no lo ha hecho son exactamente iguales. Ambos son completamente dependientes en el perdón de un Dios de gracia, para poder tener una esperanza para la eternidad".

Ustedes y yo compartimos identidad con el hipotético hombre suicida tanto como compartimos identidad con el rey adúltero y asesino del Salmo 51. Nuestra única esperanza es una sola cosa - el "firme amor" y su "abundante misericordia" (v. 1)....

Paul David Tripp. En Whiter than Snow (énfasis míos).

Creo que en el momento en que se le hizo la pregunta, Paul Tripp no quiso dar una respuesta de algo que no sabía. Más bien quiso no desviar la conversación , sino enfocarse y afirmar la verdad del evangelio que sí conocía y que tanto atesora. Por lo tanto, no estoy afirmando que Paul Tripp piensa como yo. Creo que su postura no se puede deducir con claridad de este solo texto. Sin embargo, les comparto esta cita, ya que considero que sus afirmaciones nos ayudan a entender más.

2. Afirmar categóricamente que toda persona que comete suicidio no es salva, sólo por el hecho de que cometió este pecado, o porque es un pecado sin perdón, es hacer del suicidio el pecado imperdonable. La Escritura dice:

Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada. Mateo 12:31.

3. Creo que afirmar que nadie que es verdaderamente salvo sería capaz de cometer suicidio no es una verdad establecida en la Escritura. Podríamos preguntarnos: ¿sería capaz un verdadero creyente de embriagarse con licor? La Palabra nos enseña que Noé fue capaz (Génesis 9:20-21). ¿Sería un verdadero creyente capaz de mentir y dar a su mujer como esposa a otro hombre con tal de recibir algún beneficio? La Palabra nos enseña que Abraham fue capaz de hacerlo dos veces (Génesis 12:10-20; 20:1-11). ¿Sería un verdadero creyente capaz de cometer adulterio y asesinato? La Palabra nos muestra que David fue capaz de eso (2 Samuel 11). ¿Sería capaz un verdadero creyente de cometer negar a Jesucristo, o de cometer hipocresía en su trato con los hombres? La Palabra nos enseña que Pedro fue capaz de ello (Marcos 14:66-72; Gálatas 2:11-14). Afirmar que un creyente verdadero nunca cometería suicidio es negar la depravación total del hombre, y hacer del suicidio un pecado mayor que otros ya mencionados.

Por otro lado, ¿sería capaz un verdadero creyente de tener pensamientos de que sería mejor no seguir viviendo? ¿Sería capaz un verdadero creyente de desear la muerte antes que seguir viviendo? Veamos un par de ejemplos en la Escritura:

Acab dio a Jezabel la nueva de todo lo que Elías había hecho, y de cómo había matado a espada a todos los profetas. Entonces envió Jezabel a Elías un mensajero, diciendo: Así me hagan los dioses, y aun me añadan, si mañana a estas horas yo no he puesto tu persona como la de uno de ellos. Viendo, pues, el peligro, se levantó y se fue para salvar su vida, y vino a Beerseba, que está en Judá, y dejó allí a su criado. Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres. 1 Reyes 19:1-4.

Pero Jonás se apesadumbró en extremo, y se enojó. Y oró a Jehová y dijo:... Ahora pues, oh Jehová, te ruego que me quites la vida; porque mejor me es la muerte que la vida.

Sé que estos ejemplos bíblicos que presento TAMPOCO SON CONTUNDENTES para afirmar que un verdadero creyente sería capaz de cometer suicidio. Pero yo me hago la pregunta, si Jesús afirmó que mirar a una mujer con deseo es igual a adulterar físicamente con ella (por lo que uno no es peor que el otro), y que airarse contra nuestro prójimo es igual que asesinarlo (por lo que uno no es peor que el otro) no será posible entender que el desear morirse y el suicidarse de hecho son pecados iguales? John MacArthur dice:

Aun más, alguien que repetidamente considera suicidarse está practicando pecado en su corazón.... (Referencia)

Creo que nuestra postura debe ser la que John MacArthur propone en la referencia citada:

Así que si bien es posible que un verdadero creyente cometa suicidio, creemos que es una ocurrencia inusual. Alguien que está considerando el suicidio debería ser retado por sobre todas las cosas a examinarse a sí mismo para ver si está en la fe.


No hagamos de las obras humanas (tanto buenas como malas) aquello en lo que finalmente depende la salvación. Más bien, siempre afirmemos como Paul Tripp, que sólo la gracia de Dios en la cruz del Calvario nos pueda dar perdón, un perdón que cubre todo nuestro pecado. Aprendamos a dar esperanza bíblica a personas o familias que pasan por esta prueba. Dios les bendiga.



lunes, 24 de mayo de 2010

Pablo: Ejemplo de una vida centrada en el Evangelio

Quizás Oswald Chambers nunca escuchó ni habló acerca de "La Vida Centrada en el Evangelio", al menos no con esas palabras exactas o con la intención de por ejemplo, Jerry Cross. Sin embargo, leyendo a través de su libro, En Pos de lo Supremo, creo que se puede notar semblanzas de esta enseñanza que considero bíblica y fundamental para vivir la vida cristiana por fe. Veamos un ejemplo tomado del mencionado libro de Oswald Chambers (frases en negritas resaltadas por mí):


El amor de Cristo nos constriñe... 2 Corintios 5:14

Pablo dijo que estaba dominado, sometido y sujetado como en una prensa, por el amor de Cristo. Muy pocos de nosotros sabemos realmente lo que significa ser asidos en un apretón del amor de Dios. Con frecuencia nuestra tendencia es a ser controlados por nuestra experiencia personal. Pero lo único que tenía sujeto a Pablo, con exclusión de todo lo demás, era el amor de Dios...

... Es lo único importante y, sin embargo, es extraño que es lo último que los obreros cristianos comprendemos. Pablo dijo que estaba asido por el amor de Dios y por eso actuaba como lo hacía. No le importaba si la gente lo calificaba de loco o cuerdo... La sumisión total al amor de Cristo es el único propósito que producirá fruto en tu vida, y siempre dejará la huella de la santidad y el poder de Dios, sin llamar nunca la atención hacia tu santidad personal.


Considero estas palabras una manera diferente de hablar sobre vivir centrados en el Evangelio, no en nuestro desempeño como cristianos. Creo que siempre será importante resaltar la verdad de que lo único que podrá producir el verdadero fruto de la santidad es nuestras vidas, es poner nuestra mirada en el amor de Dios expresado en el Evangelio, y no en nuestros esfuerzos por vivir en rectitud.

Nota de aclaración: En este blog he colocado varias citas de Oswald Chambers. Específicamente, de su libro En Pos de lo Supremo. Sin embargo, quisiera comentar que es un libro que debe leerse con discernimiento. Por momentos, me parece que Oswald Chambers enseña lo mismo que el movimiento de la Vida Superior (o Higher Life movement). Sin embargo, algunos de los capítulos de este libro proveen de buen material para la reflexión bíblica. Simplemente recomendaría que Oswald Chambers debe ser leído con cierta precaución.


viernes, 21 de mayo de 2010

¿Que le traes a Dios?

Traigo algo en mis manos


Dios no quiere que vengas a Él con las manos vacías.
No, no puedes venir a Él lleno de ti mismo,
y no puedes venir a Él basado en tu historial
y no puedes usar tu desempeño como una recomendación.
No, no puedes venir a Él basado en tu familia,
tu personalidad,
tu educación,
tu posición en la vida,
los éxitos que has tenido,
las posesiones que has acumulado,
o la aceptación humana que has ganado.
Pero Dios requiere que vengas con tus manos llenas.
Él requiere que le traigas el más dulce de los sacrificios,
el sacrificio de las palabras,
Él te llama a traer la ofrenda de Oseas.
"Vuelve, oh Israel, al SEÑOR tu Dios,
pues has tropezado a causa de tu iniquidad.
Tomad con vosotros palabras,
y volveos al SEÑOR.
Decidle:
Quita toda iniquidad,
y acéptanos bondadosamente,
para que podamos presentar el fruto de nuestros labios."
Dios no quiere que vengas a Él con las manos vacías.
El pide de tu un sacrificio.
No una ofrenda de cereal,
no un cordero o un toro.
No, ese requisito ha sido satisfecho
por la sangre del Cordero.
Con todo Dios te pide un sacrificio
Es la ofrenda de palabras,
palabras de humildad,
palabras de honestidad,
palabras de franqueza,
palabras que solo puede ser habladas,
por alguien que descansa en la gracia.
Palabras de confesión es lo que debes traer.
Pon palabras,
libres de negociación o excusa,
En Su altar de gracia,
y recibe perdón y limpieza.
Descubre tu corazón,
expuesto por palabras, y di:
"nunca más diremos: "Dios nuestro"
a la obra de nuestras manos,
pues en ti el huérfano halla misericordia".
El requiere de ti lo que David voluntariamente hizo,
Ven con palabras,
es el camino de la gracia,
es el camino de la libertad,
es el camino a Dios.


Tomado y traducido de Whiter than Snow, de Paul Tripp. Dios nos muestre que es lo que pretendemos traerle como ofrenda, y refine nuestro corazón.


Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios. Hebreos 6:7