martes, 26 de octubre de 2010

Reposo final

Hebreos 4:1-13

1 Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado. 2 Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron. 3 Pero los que hemos creído entramos en el reposo, de la manera que dijo: “Por tanto, juré en mi ira, no entrarán en mi reposo”; aunque las obras suyas estaban acabadas desde la fundación del mundo. 4 Porque en cierto lugar dijo así del séptimo día: “Y reposó Dios de todas sus obras en el séptimo día”. 5 Y otra vez aquí: “No entrarán en mi reposo”. 6 Por lo tanto, puesto que falta que algunos entren en él, y aquellos a quienes primero se les anunció la buena nueva no entraron por causa de desobediencia, 7 otra vez determina un día: Hoy, diciendo después de tanto tiempo, por medio de David, como se dijo: “Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones”. 8 Porque si Josué les hubiera dado el reposo, no hablaría después de otro día. 9 Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios. 10 Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas. 11 Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia. 12 Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. 13 Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.


En estos versículos, el escritor sagrado sigue tratando con el mismo tema que inició en el versículo 7 del capítulo 3, el cual constituye una exhortación a rechazar la incredulidad. El mensaje es específico: La perseverancia es necesaria para poder recibir la bendición de Dios. La doctrina de la seguridad eterna no significa que Dios salvará a apóstatas. Las palabras clave de esta sección son “Hoy” y “Reposo”. Desarrollando la enseñanza sobre el Sábado que se encuentra en Génesis 2:2, el autor nos hace la exhortación de “entrar en aquel reposo” (v. 11) y la advertencia “no endurezcáis vuestros corazones” (v. 7).

I. Entrar al reposo final requiere creer en el evangelio (v. 1, 2)

En el capítulo anterior aprendimos que, como consecuencia de su desobediencia y rebeldía, Dios le negó al pueblo de Israel la entrada a la tierra prometida (3:10, 11). Aquella rebelión tenía una raíz profunda en la incredulidad: las personas en realidad no creían en la promesa salvadora de Dios, aun a pesar de haber visto todas las poderosas obras con las que habían sido liberados de Egipto (3:16, 19). Tristemente, aquellas personas albergaban en su corazón un deseo por regresar a Egipto, despreciando al Dios que los había rescatado.

Sin embargo, en este pasaje aprendemos que la promesa que Dios había hecho, acerca de entrar en Su reposo, aún está vigente. “Hoy” mismo (3:8), seguimos escuchando la invitación de Dios en el Evangelio, a venir a Él y creer en Él y confiar en Él. La incredulidad de aquel pueblo no invalidó la promesa del Evangelio. La promesa de reposo aun está extendida: “permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo” (v. 1).

Esta promesa ha sido extendida a nosotros los que hemos escuchado el Evangelio, la cual demanda lo mismo de nosotros: creer y perseverar. Esta verdad debe hacer surgir en nosotros una sola ocupación y una sola actitud. Debemos ocuparnos de alcanzar este reposo. Y debemos hacerlo con una sola actitud: temor. “Temamos, pues…” (v. 1).

Debemos temer a la incredulidad, porque es la que nos apartará de entrar al reposo de Dios. Debemos temer no creerle a Dios. Y nosotros en particular, tenemos una razón para temer: porque a nosotros en verdad se nos ha predicado el Evangelio de Dios.

El camino de salvación, tanto en el AT como en el NT es siempre el mismo: fe en las promesas de Dios. Debemos temer pues, porque la incredulidad, el no creer en las promesas de Dios, sólo puede producir un resultado: el juicio de Dios. El juicio divino inspira temor (cf. 10:27, 31; 12:21). Ante la promesa de entrar en su reposo, no debemos temer al hombre, sino a Dios (cf. 11:27; 13:6). No importa cuantas veces hayamos escuchado el evangelio, de nada nos sirve si no creemos. El evangelio de nada sirve si solamente se oye. Es necesario creerlo, confiar en el, tener fe (v. 2).

“El punto principal es: teme que esto te esté pasando a ti. Teme escuchar las promesas de Dios y no confiar en ellas. Porque lo mismo que les pasó a ellos nos pasará a nosotros: no entraremos en el reposo de Dios – el cielo de Dios – si no confiamos en Sus promesas”. John Piper.


II. El reposo es la experiencia que tendrá el creyente del mismo reposo de Dios (v. 3-5)

El tema central de estos versículos es el “reposo” de Dios. Este reposo existe desde el séptimo día de la creación (v. 4). Algo que debemos entender es que, mucho antes de que Dios extendiera a los israelitas la promesa de entrar en la tierra prometida, el reposo de Dios ya existía.

¿Qué significa entrar al reposo de Dios? Para ello debemos entender el significado del reposo al que Dios entró en el séptimo día de la creación. El reposo de Dios no significa que Dios ya no trabaja, o que no tiene ya nada que ver con la creación. Por el contrario, Dios desde Su trono sustenta y gobierna toda la creación, desde el movimiento de las galaxias y los soles hasta el crecimiento del pasto más insignificante (Salmo 104). Que Dios reposara de Sus obras significa que ya no había nada más que añadir a la creación. Todo era perfecto: “bueno en gran manera” (Gen. 1:31). En ese sentido, Dios “reposó” siendo poseedor de una perfecta y completa satisfacción, paz, contentamiento, como consecuencia de saber que todo es perfecto.

Ese es el reposo final al cual Dios nos invita a entrar y que tendremos cuando estemos al fin en su presencia (cf. Apocalipsis 7:14-17).

III. Entrar en el reposo de Dios es una promesa cuyo cumplimiento perfecto será en el futuro (v. 6-10)

El escritor cita el Salmo 95 debido al tema del reposo. En el v. 7 señala que esta advertencia vino mucho tiempo después de que Josué introdujera el pueblo de Israel a la tierra de Canaán. La posesión de dicha tierra fue, por lo tanto, un anticipo, no el cumplimiento final del reposo para el pueblo de Dios.

El v. 8 hace otra indicación que la tierra física de Canaán no era el cumplimiento de la promesa de Dios. Las palabras de David fueron escritas aproximadamente 400 años después de que Israel entrara a la tierra bajo la dirección de Josué. Si la tierra a la cual Josué los había conducido cumpliera la promesa de reposo divino, entonces la advertencia del salmo a la generación de David no tendría sentido.

La entrada del pueblo de Israel a la tierra prometida fue entonces una figura de la entrada del pueblo de Dios al reposo eterno y divino. El cumplimiento final de entrar al reposo de Dios ocurrirá cuando los creyentes se encuentren en la nueva creación que Cristo traerá en Su retorno.

En un sentido salvífico, al creer en el evangelio, dejamos de trabajar y obrar. En otro sentido, nuestros trabajos y obrar apenas acaban de empezar. (cf. Apocalipsis 14:13).

IV. La promesa de reposo merece nuestra rigurosa consideración y esfuerzo (v. 11)

Aunque la salvación es por gracia divina de principio a fin, los creyentes deben de manera activa verter todas sus fuerzas en la búsqueda de la santidad, sin la cual la salvación es imposible (12:14). Esta obligación indica que las “obras” del v. 10 continúan para los creyentes y que el reposo “permanece” aun en el futuro.

“En otras palabras, Israel cayó del gozo prometido debido a la desobediencia de incredulidad. Y lo mismo le puede pasar a cualquier cristiano profesante. Para evitar que suceda – y para mostrar que somos más que un simple cristiano profesante – nos dice: “Sean diligentes para entrar en el reposo de Dios” – el cielo de Dios”. ¡Sean diligentes! Pongan mucha atención a lo que han escuchado (2:1), no menosprecien su gran salvación (2:3); consideren a Jesús (3:1); no endurezcan sus corazones (3:8); tengan cuidado de un corazón incrédulo (3:12); exhórtense unos a otros cada día en contra del engaño del pecado (3:14); y teman la incredulidad que los apartará del reposo prometido (4:1)”

“¿Pueden ver la gran lección? La vida cristiana es una vida de confiar de día a día, hora a hora en las promesas de Dios de ayudarnos y guiarnos y tener cuidado de nosotros y perdonarnos y llevarnos a un futuro de santidad y gozo que satisfacerá nuestros corazones infinitamente más que si lo abandonamos y ponemos nuestra confianza en nosotros mismos o en las promesas de este mundo. Y esa confianza día a día, hora a hora en las promesas de Dios NO es automática. Es el resultado de una diligencia diaria y es el resultado de un temor adecuado”. John Piper.


V. La Palabra de Dios posee una vitalidad que expone la incredulidad (v. 12-13).

En el idioma original, la palabra “viva” va al inicio de la oración, para resaltar esta propiedad. “Viva” se refiere a que la Palabra tiene una característica animada y vitalidad. Dios está vivo, es real, es la fuente y autor de la vida (cf. 2 Tim. 3:16). Su Palabra es el aliento de Dios mismo. Cuando la Biblia habla, Dios habla.

El argumento ilustra que la Palabra de Dios expuso la falta de fe de aquella generación en el desierto, y que la Escritura (por ejemplo, el Salmo 95) penetra y juzga a aquellos a quienes advierte sobre el engaño del pecado (3:13) y sobre la posibilidad de no alcanzar la salvación (v. 1).

Debemos tener en mente que la Palabra de Dios es Su instrumento con el que de manera eficaz cumple Su propósito. La creación es un ejemplo de esta verdad. Dios, con Su Palabra, sostiene la creación. Con Su Palabra, da el nuevo nacimiento. Dios, con Su Palabra, santifica al creyente (cf. Isaías 55:10, 11).

Debemos tener la convicción de que la Palabra juzga lo más interno de mi ser: mis pensamientos y actitudes más secretos. Nunca nos aproximemos a la Biblia como nos aproximamos a cualquier otro libro. Tengamos hambre, expectación por encontrar vida en ella.

Al leer Su Palabra, tengamos un sentido de expectación de que Dios hará Su obra. Tengamos eso en mente cada vez que leemos o escuchamos Su Palabra.

“Este es el fundamento del mensaje de Dios para ti hoy: Hay un reposo para ti hoy. Dios ofrece reposo. La puerta no está cerrada. El tiempo no ha pasado. No te has perdido tu última oportunidad. Escucha las palabras del versículo 9: “queda un reposo para el pueblo de Dios”. La puerta está abierta. El tiempo es ahora.

Ah, pero alguien dirá: “Si, un reposo permanece para el pueblo de Dios, pero no para mí”. Pero yo respondo, no te excluyas a ti mismo. Mira el versículo 3: “los que hemos creído entramos en el reposo”. Hay una puerta al pacífico y feliz reposo de Dios: la puerta de la fe. Cualquiera que ponga fe en las promesas que Dios compró para nosotros por la sangre de Jesús, y es diligente de no desechar la fe, es parte del pueblo de Dios. Así que de parte de Dios, te llamo esta mañana, a que pongas tu confianza en la promesa del reposo de Dios”. John Piper.


2 comentarios:

  1. "En delicados pastos me harás descanzar" Salmo 23:2

    Reposar en La Palabra Viva de Dios le da plena confianza al creyente de cualquier cosa que esté pasando en su vida. Pero antes de esto, el creyente depositó su confianza en Dios.

    Las buenas nuevas dan descanzo a nuestro espíritu y esperanza a nuestro ser, a un REPOSO FINAL y total cuando Jesucristo venga por Su Iglesia.

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Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios. Hebreos 6:7