martes, 19 de octubre de 2010

Perseverancia firme y la catástrofe de la incredulidad

Hebreos 3:7-19

7 Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: “Si oyereis hoy su voz, 8 No endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto, 9 donde me tentaron vuestros padres; me probaron, y vieron mis obras cuarenta años. 10 A causa de lo cual me disgusté contra esa generación, y dije: Siempre andan vagando en su corazón, y no han conocido mis caminos. 11 Por tanto, juré en mi ira: No entrarán en mi reposo”. 12 Mirad, hermanos, que no hay en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; 13 antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: “Hoy”; para que ninguno se endurezca por el engaño del pecado. 14 Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio, 15 entre tanto que se dice: “Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación”. 16 ¿Quiénes fueron los que, habiendo oído, le provocaron? ¿No fueron todos los que salieron de Egipto por mano de Moisés? 17 ¿Y con quiénes estuvo él disgustado cuarenta años? ¿No fue con los que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el desierto? 18 ¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a aquellos que desobedecieron? 19 Y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad.


I. Recapitulando: Jesús es mayor que Moisés (v. 1-5)

Al inicio de este capítulo, el autor explica dos maneras en las que Cristo es más grande que Moisés:

(1) Cristo es mayor a Moisés de la misma forma que el constructor de una casa es mayor que la casa que construyó (v. 3). En otras palabras, Jesús es mayor a Moisés porque Él hizo a Moisés. El v. 4 hace explícito, que, si Dios es el creador de todas las cosas, entonces Jesucristo es Dios. Lo cual es lo mismo que dijo en Hebreos 1:8.

(2) Jesús es mayor a Moisés en la forma en que un hijo sobre una casa es mayor que un siervo en la casa (v. 5, 6). El Hijo es heredero de la casa. Ésta le pertenece, la gobierna y la provee.

Entonces, al final de la sección (v. 6b), el escritor dice a sus lectores que ellos son la casa de Dios, la casa que Su Hijo creó y hereda, “si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza”.

“Esta si es una cosa tremendamente seria. Somos Su casa, somos el pueblo de Dios, somos la posesión y herencia de Dios, es decir, somos salvos, si. Este si es tan serio y tan importante que el resto del capítulo 3 es un soporte y explicación de éste”. John Piper.


II. La perseverancia es una condición para ser, no para volverse (v. 6)


“Note primero que esta condición – “si retenemos firme hasta el fin la confianza” es una condición para ser algo ahora. El versículo no dice: se volverán la casa de Dios si retienen firme la confianza. Dice: “la… casa somos nosotros si retenemos firme… la confianza”… Si quiere estar seguro de que usted es la casa de Dios, pruebe a ver si espera en Dios y si confía en Dios y mire a Dios para la seguridad y felicidad de su futuro y la satisfacción de su corazón”. John Piper.


El v. 14 confirma que esto es lo que el escritor está pensando. En éste versículo se tiene una declaración muy parecida a la del v. 6: “somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio”. El ser “participantes de Cristo” es virtualmente lo mismo que el ser “participantes del llamamiento celestial” del v. 1. Ambos son lo mismo que ser “la casa de Dios” del v. 6. Sin embargo, notemos cuidadosamente las palabras utilizadas en el v. 14: “somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio”. La condición es futura: retener hasta el fin. Pero el efecto de la condición se relaciona al pasado: “somos hechos participantes”. Es claro que el punto aquí no es: “reten firme tu confianza para volverte en el futuro participante de Cristo”. El punto es: “retén firme tu confianza para poder demostrar (probar, evidenciar) que eres un participante de Cristo.

El no retener firmemente nuestra confianza y fe no nos hace perder la salvación, sino que muestra que no éramos verdaderamente salvos.

“El mismo espíritu con el cual los cristianos se inician en los caminos de Dios, lo deben mantener y evidencia hasta el final. Aquellos que comienzan seriamente, con vivos afectos, propósitos santos y humilde confianza, deben seguir en el mismo espíritu. Pero, hay muchos que en el inicio de su profesión muestran gran coraje y confianza, pero no las retienen hasta el final. La perseverancia en la fe es la mejor evidencia de la sinceridad de nuestra fe”. Matthew Henry.


En los siguientes versículos el escritor define lo contrario a la perseverancia: la incredulidad, que da como resultado el rechazar a Cristo, aun habiendo recibido la revelación de la verdad de Dios acerca de Él.

III. Un ejemplo histórico de incredulidad (v. 7-11)

A continuación el autor hace una advertencia muy seria de la manera en que Dios obró en el pasado, específicamente, en la forma en que trató con Israel después de que salieron de Egipto y luego, a pesar de todo el poder y misericordia a su favor, tentaron a Dios con murmuración e incredulidad. El resultado: Dios los dejó morir en el desierto y juró que nunca entrarían en el reposo de Dios en la tierra prometida.

De nueva cuenta, el autor cita el Antiguo Testamento. En esta ocasión cita el salmo 95. Este salmo era muy importante para la vida religiosa de los judíos. Con este salmo se iniciaban las reuniones todos los sábados en las sinagogas. El inicio de este salmo constituye un llamado a la adoración.

La segunda parte del salmo, constituye un recuento hecho por Dios de los eventos narrados en Números 13 y 14. Lo que el pueblo de Israel hizo en esa ocasión fue un rechazo de Dios mismo, aun después de todo lo que habían visto sobre la gloria y el poder de Dios. Esa era la naturaleza de su incredulidad.

Notemos que la respuesta del Señor a la incredulidad del pueblo fue Su ira. Una ira permanente (v. 11).


“El punto es que el pueblo de Israel es un ejemplo o lección para estos lectores. Habían sido tratados con gran misericordia al sacarlos Dios de Egipto con señales y maravillas. Y esta gente había visto señales y maravillas (2:4). Habían probado los poderes de la era venidera (Heb. 6:5). El Espíritu Santo ha estado obrando en medio de ellos y han participado en Su poder (Heb. 6:4). Todo semejante a lo que los Israelitas experimentaron al salir de Egipto. Y por un poco de tiempo fueron muy felices y parecían confiar en Dios.

Pero no duró. Y esa es la razón por la que este ejemplo es tan importante para el escritor de Hebreos. Él desea que los cristianos profesantes duren, perseveren. Porque esa es la única manera en la que probarán que son en verdad la casa de Dios y en verdad participan en la salvación de Cristo. Así que les dice: miren a Israel y no sean como ellos.

La historia de Israel en un ejemplo para la iglesia profesante. No traten la gracia de Dios con menosprecio – presumiendo recibirla como si fuera un escape de la miseria de Egipto, pero sin estar satisfecho con ella como una guía y provisión en el desierto de esta vida. ¡Cuantos cristianos profesantes quieren la misericordia del perdón para no ir al infierno, pero tienen corazones duros hacia el Señor cuando se trata de una comunión diaria con Él!” John Piper.


IV. La incredulidad puede ser prevenida y vencida (v. 12-15)


El consejo del autor es: “Mirad, hermanos, que… ninguno de vosotros” se aparte de Dios.

La manera de alcanzar una perseverancia fiel es manteniendo el contacto con otros cristianos para animarnos unos a otros (v. 13). Este contacto debe ser “cada día”. Es decir, en una base regular y de ánimo mutuo.

“Hay un mucho de engaño en el pecado, parece justo, pero es inmundo, parece agradable, pero es pernicioso, promete mucho, pero no logra nada. El engaño del pecado es de una naturaleza endurecedora para el alma, un pecado permitido prepara otro, cada acto de pecado confirma el hábito; el pecar en contra de la conciencia es el camino para cauterizarla, y por lo tanto debe ser la gran preocupación de cada uno el exhortarse a sí mismo y a otros de cuidarse del pecado” Matthew Henry.


V. El privilegio de oír la Palabra de Dios no garantiza la salvación (v. 16-19).

Para la generación que murió en el desierto, ni la bendición del éxodo de Egipto, ni el privilegio de oír la voz de Dios le garantizó la entrada al reposo de Dios en la tierra prometida. Su rebelión (v. 16), pecado (v. 17) y desobediencia (v. 18) tenían su raíz en la incredulidad – ellos fallaron en aferrarse persistentemente a la promesa de Dios (v. 19), probando por sus acciones que no eran verdaderamente redimidos.

“Aunque el oír la Palabra sea el medio ordinario de salvación, con todo, si no es atendida, ésta expondrá a los hombre más a la ira de Dios”. Matthew Henry.


“O, cuantos cristianos profesantes hacen un comienzo con Dios. Escuchan que sus pecados pueden ser perdonados y de que pueden escapar del infierno e ir al cielo. Y dicen: ¿qué tengo que perder? Creeré. Pero luego en una semana, o en un mes, o en un año o en diez años, la prueba viene: una temporada sin agua en el desierto. Un cansancio del maná, y sutilmente un desear los placeres pasajeros de Egipto, como dice Números 11:5-6: “Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos; y ahora nuestra alma se seca; pues nada sino este maná ven nuestros ojos.

Aterrorizante condición para estar es esta – encontrarte que ya no estás más interesado en Cristo y Su Palabra y en la oración y adoración y en las misiones y en vivir para la gloria de Dios. Y encontrar todos los placeres fugaces de este mundo más atractivos que las cosas del Espíritu.

Si esa es tu situación esta mañana, entonces te ruego que escuches al Espíritu Santo hablando en este texto. Pon atención a la Palabra de Dios (2:1). No endurezcas tu corazón (3:8). Despierta al engaño del pecado (3:13). Considera a Jesús, el apóstol y sumo sacerdote de nuestra gran profesión (3:1). Y aférrate a tu confianza y al gloriarte en tu esperanza en Dios (3:6)”. John Piper.

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Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios. Hebreos 6:7