jueves, 24 de noviembre de 2011

El temor de Jehová es limpio, que permanece para siempre


En el versículo 9 del Salmo 19 David usa la palabra “temor” como un sinónimo de la Palabra de Dios. Esta palabra en el idioma de las Escrituras implica un sentimiento de asombro, terror, respeto y reverencia. Esta palabra habla del temor reverente a Dios que nos apremia a adorarlo. A veces nos cuesta un poco de trabajo entender o asimilar la idea de la Biblia de temer a Dios. Esta dificultad se agrava porque estamos sumergidos en medio de una cultura evangélica donde Dios es tratado y muchas veces es reducido a mi compañero, mi amigo, o al papito que cada vez que nos ve se sonríe y nos abraza y quiere jugar con nosotros un partidito de fútbol. Pero este reducido concepto de Dios es resultado de un pobre entendimiento de Su persona. Con esto yo no quiero negar que Dios sea nuestro amigo ni nuestro Padre, por supuesto que lo es. La Escritura usa esos términos para referirse a Dios en Su relación con los creyentes. Pero Dios es más que un padre terrenal y ciertamente es mucho más que un amigo y la iglesia evangélica de estos días parece estar olvidándolo, lo que es evidente por la notable trivialidad de las letras de la “música de adoración” contemporánea y la patente pérdida de solemnidad y reverencia en los servicios de adoración contemporáneos. Para muchos cristianos no hay diferencia entre reunirse con la iglesia e ir al centro comercial. Y muchas veces queremos acomodar esta realidad del temor a Dios a nuestra sociedad diciendo que temor sólo significa reverencia y respeto. Y si bien es cierto que la palabra incluye la idea de reverencia y respeto, va más allá. Temor habla de un verdadero asombro y terror generado por la persona de Dios.

No tenemos el espacio para ocuparnos de estos pasajes, pero les pido que lean las reacciones de Isaías y del apóstol Juan al contemplar la gloria de Dios (Is. 6:1-5; Ap. 1:9-20). O la reacción de Moisés cuando comprendió que el fuego en la zarza indicaba la presencia de Dios. Todos ellos cayeron postrados, deshechos, como muertos, llenos de asombro, terror y adoración producidos por la temible gloria de Dios. Todos ellos sintieron un verdadero terror al contemplar la gloria de Dios. Sólo en la medida que la persona de Dios genera en nosotros temor y asombro, hemos comprendido la verdadera gloria de Dios

Es en este contexto que podemos entender porque David llama a las Escrituras “el temor de Dios”. Porque las Escrituras nos muestran a Dios en toda Su gloria y majestad, y ver a Dios no puede generar otra respuesta más que temor santo. El “temor del Señor” es entonces sinónimo de una profunda adoración y asombro. La Escritura produce y rige nuestra adoración. Este libro es el manual de adoración. Aquí Dios revela cómo ser adorado. No podemos ni debemos adorar a Dios conforme a nuestro ingenio o imaginación. Jesucristo dijo que los verdaderos adoradores le adoran “en Espíritu y en verdad” (Jn. 4:23). La adoración es teológica. Contrario a lo que dicen algunos, la adoración no es producida por la música adecuada. La adoración no es producida tampoco por usar los instrumentos adecuados. La adoración es producida por un conocimiento de la verdad. La adoración es producida por un conocimiento de la persona de Dios en la persona de Jesucristo. Isaías y Juan rindieron una verdadera y genuina adoración cuando contemplaron a Dios. ¿Sabes? Nuestra adoración es tan profunda como profunda es nuestra comprensión de la gloria de Dios. A veces pretendemos los domingos adorar a Dios cuando nuestra mente ha estado desprovista de la Palabra de Dios durante toda la semana. Esta puede ser la razón por lo que nuestra adoración es seca y sin gozo, porque no tenemos en nuestra mente y en nuestro corazón el combustible de la Palabra de Dios para que estos ardan de amor y gratitud y honra a Dios. Por otro lado, hay quienes se conforman con una adoración fingida y aplauden, alzan las manos, pero su adoración no es verdadera, ni profunda. Es sólo el furor del momento causado por una melodía ya sea movida o lenta. Pero la Escritura nos muestra el camino a la verdadera adoración: mientras más conoces a Dios más le adoras. No importa que cantes himnos, estribillos o alabanza contemporánea, tu corazón arde con tanta pasión por la gloria del Dios que has visto en las Escrituras.

David nos dice que el “temor de Dios” es “limpio”. La palabra hebrea traducida como “limpio” habla de la ausencia de impureza, inmundicia, profanación o imperfección. Esta palabra (hebreo tahowr) se utiliza en la misma Escritura para hablar de pureza en el sentido ceremonial (Lev. 10:10), de pureza física (Lev. 13:13) y moral (Job 17:9; Salmo 51:10). Pero quizás, al menos para mí, el uso que más ayuda a comprender el significado, es cuando se utiliza para referirse al oro puro (Ex. 25:16). David está diciendo que la Palabra de Dios es como el oro puro: es libre de cualquier contaminación, escoria o impureza. Es libre de pecado o corrupción. La Escritura no tiene error. La verdad contenida en ella es absolutamente sin mancha y sin error. La Escritura es limpia. Es según el Salmo 12:6, como la plata probada, refinada siete veces en el horno. Esta es una declaración de inerrancia.

El resultado de esta pureza es que la Palabra de Dios permanece por siempre. Esta Palabra permanece para siempre. El hombre es como la hierba, pero la Palabra de Dios permanece para siempre. La Escritura es eterna e inalterablemente perfecta (Marcos 13:31). Esta afirmación nos garantiza que la Biblia es permanente, que no cambia, y por lo tanto es relevante para toda persona en cualquier tiempo de la historia. Siempre ha sido, y siempre será suficiente. La Biblia no está pasada de moda. La Biblia no es, como dicen algunos, poco sofisticada para nuestra sociedad educada. Las Escrituras no necesitan ser actualizadas, editadas, refinadas o contextualizadas. En cualquier tiempo o cultura en que vivas es eternamente relevante. La Biblia no necesita nuestra ayuda en este respecto. Es pura, sin pecado, de inerrante verdad; es duradera. Es la revelación de Dios para cada generación. Cualquier cambio o modificación sólo podría introducir imperfección. 


1 comentario:

  1. El temor de Dios es terror, es entender que el DIos que me ama es Santo. He entendido que la Palabra del Señor debe ser el combustible que nos lleve a adorar a Dios en espíritu y verdad, que la adoración es teológica y no emocional. es porque mi corazón arde por el Dios de las Escrituras.

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Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios. Hebreos 6:7