miércoles, 23 de noviembre de 2011

El precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos


El versículo 8 del Salmo nos da una cuarta característica de la total suficiencia de la Escritura. El mandamiento enfatiza la naturaleza no opcional de la Palabra. Un mandamiento no es una opción. La Biblia no es un libro de sugerencias. Contiene mandatos y sus mandamientos divinos son de autoridad y se tienen que cumplir. Aquellos que traten el mandamiento de Dios a la ligera se colocan en un peligro eterno. Aquellos que lo toman seriamente encuentran bendición eterna.

El escritor sagrado afirma que la Escritura es pura. La palabra “puro” pudiera traducirse mejor como “lúcido” o “claro”. La Biblia no es una Escritura mística, confusa o extraña. La Escritura es clara. La palabra de Dios no contiene un mensaje cifrado u oculto. La Palabra es una revelación. La Escritura revela la verdad que alumbra las cosas oscuras. Cierto, hay cosas en la Biblia que son difíciles de entender (2 Pedro 3:16). Sin embargo, la Biblia como un todo, es clara, no es un libro desconcertante. En este versículo tenemos enunciada la doctrina de la perspicuidad de la Escritura.

Esta verdad es trascendental en nuestros tiempos, cuando la tendencia de algunos en el evangelicalismo es afirmar que no podemos saber lo que la Escritura quiere decir, que esta no se puede entender. Pero Dios nos enseña que la Escritura sí se puede entender: es clara. No es un tratado confuso para los expertos teólogos de los seminarios. Los niños la pueden entender.

La Escritura, por su claridad absoluta, trae entendimiento donde hay ignorancia, orden donde hay confusión y luz donde hay oscuridad espiritual y moral. La Palabra de Dios claramente revela las verdades benditas y de esperanza del Evangelio.


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Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios. Hebreos 6:7