Traducción de un artículo de Gene Edward Veith
“Según el Señor ha asignado a cada uno, según
Dios llamó a cada cual, así ande” (1 Corintios 7:17).
Con toda seguridad, la
“justificación por fe solamente” es la contribución más importante de la Reforma.
Se podría decir que la segunda más importante es la “doctrina de la vocación”.
Mientras que la doctrina de la justificación se conoce ampliamente, la
doctrina de la vocación ha sido olvidada. En algunas ocasiones todavía se
escucha la palabra vocación, pero el
concepto es generalmente malentendido o entendido de manera incompleta. La
doctrina de la vocación no es “ocupasionalismo”, un enfoque particular sobre el
trabajo de uno. El término significa “llamado”, pero no tiene nada que ver con
la voz de Dios llamándote a hacer una gran obra por Él. No significa servir a
Dios evangelizando en el trabajo. La doctrina de la vocación tampoco significa
que cada uno es un ministro, aunque sí se trata del sacerdocio de todos los
creyentes. Ni siquiera significa hacerlo todo para la gloria de Dios, o hacer
nuestro mejor esfuerzo como una manera de glorificar a Dios; aunque sí se trata
de la gloria de Dios a costa de la nuestra.
La doctrina de la vocación es la teología de la vida Cristiana.
Resuelve los demasiado controvertidos problemas de la relación entre la fe y
las obras, Cristo y la cultura y cómo los cristianos deben de vivir en el
mundo. Menos teórico, la vocación es la clave para matrimonios sólidos y una
paternidad exitosa. Contiene la perspectiva Cristiana sobre la política y el
gobierno. Muestra el valor, así como los límites, del mundo secular. Y les
muestra a los cristianos el significado de sus vidas.
El teólogo sueco Einar Billing, en su libro Nuestro Llamado, observó cómo nuestra tendencia es mirar nuestra
religión en el reino de lo extraordinario, más que en el ordinario (1). En la vocación,
sin embargo; Dios está oculto incluso en las actividades mundanas de nuestras
vidas diarias. Y ésta es Su gloria.
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