jueves, 10 de junio de 2010

Una precisa auto-consideración

Porque yo reconozco mis transgresiones, y mi pecado está siempre delante de mí (Salmo 51:3).

El pecado vive en un disfraz, razón por la cual es difícil reconocerlo. El hecho de que el pecado luzca tan bueno es una de las cosas que lo hacen tan malo. Para que éste pueda hacer su malvada obra, debe presentarse a sí mismo como algo que es cualquier cosa menos malvado. La vida en un mundo caído es como asistir a la suprema fiesta de disfraces. Un gritar impaciente lleva el disfraz de un celo por la verdad. La lujuria se disfraza como un amor por la belleza. El chisme hace su malvada obra viviendo en un disfraz de interés y oración. El ansia de poder y control lleva la máscara de liderazgo bíblico. El temor al hombre se viste como un corazón de siervo. El orgullo de siempre estar en lo correcto se disfraza como un amor por la sabiduría bíblica. La maldad simplemente no se presenta a si misma como malvada, lo que es parte de su atractivo.

Usted nunca entenderá la prestidigitación del pecado hasta que reconozca que el ADN del pecado es el engaño. Ahora, lo que esto significa personalmente es que como pecadores todos somos unos bastante comprometidos y talentosos estafadores. Todo el tiempo le digo a las personas que nadie es más influyente en sus propias vidas que ellos mismos porque nadie les habla más a ellos de lo que ellos mismos lo hacen. Somos demasiado diestros en mirar nuestro propio mal y ver bien. Somos mucho mejores en ver el pecado, debilidad y fallas de otros que de las nuestras. Somos muy buenos en ser intolerantes de las cosas de otros que de buena gana toleramos en nosotros mismos. El fondo del asunto es que el pecado produce que no nos escuchemos o veamos a nosotros mismos con precisión. Y no sólo tendemos a ser ciegos, sino que, para agravar el problema, también tendemos a ser ciegos a nuestra ceguera.

¿Qué significa todo esto? Significa que una precisa auto evaluación es el producto de la gracia. Es solamente en el espejo de la Palabra de Dios y con la vista que proporciona el Espíritu Santo que somos capaces de vernos a nosotros mismos como realmente somos. En aquellos dolorosos momentos de vernos a nosotros mismos con precisión, podemos sentir como si no estuviéramos siendo amados, pero eso es exactamente lo que está pasando. Dios, que nos ama lo suficiente como para sacrificar a Su Hijo para nuestra redención, obra de manera que nos veamos a nosotros mismos con claridad, de manera que no compremos el engaño de nuestra propia justicia, y que con un humilde sentido de necesidad personal busquemos los recursos de la gracia que sólo se pueden encontrar en Él.

De esta manera, el Salmo 51 es tanto el más triste como el más gozoso de todos los salmos. Es triste que David tenga que confesar lo que tiene que confesar, pero al mismo tiempo el hecho de que esté viendo con precisión, y reconociendo completamente su pecado es motivo para celebrar. Sólo Jesús puede abrir ojos ciegos. Cuando un pecador reconoce con precisión su pecado, los ángeles en el cielo se regocijan, y nosotros también deberíamos.


Tomado y traducido de Whiter than snow, de Paul Tripp.


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Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios. Hebreos 6:7