viernes, 11 de septiembre de 2009

Justificación y santificación vienen de la mano... ambos por gracia (Final)

Quisiera hacer tres comentarios finales acerca del extracto tomado del libro La caña quebrada de Richard Sibbes que compartí hace unos días:

(1) Primero, me basé en este texto para comentar que la santificación también es una obra de gracia de Dios, cuyo resultado último depende de Dios. Sin embargo, quisiera agregar que esto no significa que en la santificación, el hombre no participa. De hecho, sucede todo lo contrario: en la santificación el corazón y la voluntad del hombre están trabajando para llegar a esa gran meta de llegar a ser semejante a Cristo.

Es importante observar que el autor comenta que el creyente se somete al Señorío de Cristo, no como por obligación, a regañadientes, de mala gana, porque "lo tiene que hacer", sino que lo hace como resultado de tener un corazón nuevo, en el que el Espíritu Santo ha renovado sus afectos y voluntad. Algunas frases que resaltan esto son:

"Sus juicios son invertidos en nosotros con tal autoridad que son transformados en nuestro juicio...

... es de lo más necesario que el Espíritu cambie el gusto del alma para que pueda saborear las cosas del Espíritu...

Cristo nos gobierna por medio de un espíritu de amor, a partir de sentir su amor, a través del cual sus mandamientos nos son fáciles.... Sus súbditos son voluntarios."

De aquí podemos deducir una grandiosa verdad: ¡Podemos saber si estamos viviendo por gracia la verdadera santificación! Sabemos que estamos siendo santificados por gracia si nos separamos del pecado cuando nuestro corazón y afectos son movidos por un sincero amor a Dios, y no por un mero sentido de obligación. La verdadera santificación surge de un corazón maravillado y asombrado por el tremendo amor que Dios nos ha mostrado en la cruz de Cristo. La verdadera santificación por gracia ocurre cuando decimos junto con Pablo: "El amor de Cristo nos constriñe".

(2) Lo más importante que podemos hacer para crecer en santidad no es redactar una lista de deberes y prohibiciones, y empezar a esforzarnos en cumplir dicha lista. Más bien, lo que debemos hacer es quebrantarnos delante de Dios, rogarle en oración que cambie nuestros corazones, y permanecer observando constantemente Su amor y Sus promesas en la Palabra. Richar Sibbes comenta:

"La primera cosa que deseamos cuando oramos "Venga tu Reino", es que Cristo venga y gobierne nuestros corazones...

Y cuando nos sintamos fríos en nuestros afectos y deber, el mejor camino es calentarnos junto al fuego de Su amor y misericordia al darse a sí mismo por nosotros..."

(3) Por último, aún en medio de nuestros fracasos y debilidades, podemos tener la esperanza de que nuestra santidad es una obra de gracia, que depende de Dios y que, por lo tanto, al final Su gracia triunfará en nosotros. Por Su gracia y para Su gloria. Richar Sibbes concluye:

"En el curso de nuestra vida... si somos vencidos por cualquier pecado, debemos recordar recurrir primero a la misericordia de Dios para perdonarnos, y luego a la promesa de Su Espíritu para gobernarnos".

¡Gracias a nuestro Dios que nuestra santificación también es por gracia!

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Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios. Hebreos 6:7