lunes, 12 de julio de 2010

La superioridad de Cristo como revelación divina

Hebreos 1:1-3


1 Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, 2 en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; 3 el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas,

Introducción


La verdad de que Dios ha hablado a Su pueblo es un tema importante en la epístola a los Hebreos (2:2-3; 4:12; 6:5; 12:25). La frase “En otro tiempo” se refiere a los tiempos del Antiguo Testamento. La frase “Estos postreros días” se refiere al período Neotestamentario. El Nuevo Testamento enseña que la venida de Cristo marca nuestro presente período de tiempo como los “últimos días” que los profetas prometieron.

Como veremos en este estudio, existe una tremenda diferencia en estas dos formas en las que Dios se ha revelado. El autor empieza su carta resaltando esta diferencia entre ambas revelaciones. Para que podamos entender con claridad y a profundidad el contraste que el autor quiere presentarnos entre los profetas del Antiguo Testamento y Jesús, debemos observar: I. Los medios y las maneras en que Dios se reveló en tiempos pasados y II. La revelación superior en el Hijo.

I. Los medios y las maneras en que Dios se reveló en tiempos pasados (v. 1)

Dios, en tiempos pasados habló “por los profetas”. Es decir, personas escogidas por Dios y capacitadas por Él para el oficio de revelar la voluntad de Dios a los hombres. En el pasado, Dios decidió utilizar a hombres como el medio de comunicación entre Él y Su pueblo. Dios reveló por medio de los profetas Su carácter, Sus atributos, Sus mandamientos y Su voluntad para con los hombres. También podemos destacar que Dios utilizó “muchas maneras” para comunicarse. Algunas de estas maneras fueron en verdad gloriosas y excelentes.

A Moisés, por ejemplo, considerado por los judíos como el más grande de los profetas; se le reveló en una zarza ardiendo que no se consumía (Éxodo 3). Dios utilizó luego a Moisés para comunicar a Su pueblo y al faraón Su voluntad de liberar a Israel de Egipto. Por varias décadas después, Dios reveló por medio de Moisés, la ley moral, la ley ceremonial y civil que gobernaría al pueblo de Dios. Dios hablaba cara a cara con Moisés (Números 12:6-8) y luego éste dirigía al pueblo la palabra de Dios.

A veces Dios hizo, por medio de los profetas, grandes señales y milagros para confirmar el mensaje enviado. Dios confirmó la veracidad de la predicación de Elías al parar la lluvia y luego al hacer llover, más adelante al derramar fuego del cielo para consumir el sacrificio en el altar inundado de agua (1 Reyes 17 y 18).

A otros profetas se les reveló por medio de visiones. A Isaías se le manifestó en aquella visión excelente de Su majestad y gloria, la cual llenaba el templo. Isaías pudo ver cómo los ángeles adoran a Dios con un clamor que hacía estremecer los quiciales del templo (Isaías 6). Ezequiel tuvo la visión de los cuatro seres vivientes y de las ruedas que representan la omnisciencia y omnipresencia de Dios (Ezequiel 1). ¿Y que podemos decir de las visiones nocturnas (sueños) de Zacarías? En ocasiones Dios se comunicó con voz audible.

A otros Dios se les comunicó por medio de escenas de la vida cotidiana. A Jeremías lo llevó al taller de un alfarero para hacerle comprender Su soberanía sobre Su pueblo (Jeremías 18).

Por su parte, los profetas hicieron uso de diferentes medios para comunicar la verdad revelada. Isaías la comunicó al pueblo por medio de anuncios y predicciones (profecías). Jeremías lo hizo por medio de diferentes representaciones, como el hecho de comprar una vasija de barro para quebrarla en presencia del pueblo (Jeremías 19). A Oseas Dios le mandó que se casara con una ramera, la cual le abandonaría, para ejemplificar ante el pueblo su infidelidad al Señor.

Otros profetizaron por medio de poemas y música, es decir; por medio de Salmos.

Para el judío no cabía duda: Dios había hablado. Dios se ha comunicado. Dios les había revelado quién es Él y cuál es Su voluntad. Dios les había favorecido y honrado al darles una luz que no le había otorgado al resto del mundo.

Pero era una revelación que no dejaba de ser incompleta. No dejaba de ser a través de medios humanos y terrenales. Sí, muchos profetas habían tenido grandes visiones de la gloria y de la majestad de Dios. Pero en general el pueblo recibía el mensaje a través de medios humanos.

II. La revelación superior en el Hijo (v. 2-4)

Pero ahora, dice el escritor, tenemos una revelación superior. Decir que otra revelación era superior a la que Israel había recibido se constituía un alejamiento radical de la tradición y enseñanza judía. “¿Cómo es posible?” diría un judío. “No existe mayor ni mejor revelación de Dios que la que hemos recibido por medio de Moisés y por medio de los profetas”.

Pero la hay. Ahora todo es radicalmente diferente y mejor. ¿Por qué? Por que Dios “nos ha hablado por el Hijo”. La revelación que el Hijo da del Padre es infinitamente superior a la dada por los profetas. Las razones nos las proporciona:

1. Cristo es el heredero del universo. Cristo es mucho más que un siervo de Dios. Cristo es el “Hijo”. Él es mucho más que cualquier profeta. Incluso Moisés, el más grande portavoz de Dios, no fue más que un simple siervo en la casa de Dios. Cristo es el Hijo, dueño y heredero de la casa (3:6). Por lo tanto, Su palabra tiene mayor autoridad.

Jesús como Hijo de Dios, es el “heredero de todo”. Es el primogénito (v. 6) al que todo le pertenece. Jesús es supremo en el universo. Todo ha sido creado para Cristo: soles, estrellas, árboles, animales, humanos, todo.

Al final de los tiempos, se desplegará la supremacía del Hijo al poner a todos sus enemigos como estrado de sus pies.

¿Cómo apartarse de aquél que es el heredero de toda la creación, el que tiene la supremacía?

2. Cristo es el creador del universo. La palabra de Jesús es más grande por que Él habló y el universo existió (Jn. 1:1-3). “Todo fue creado por medio de él y para él” (Col. 1:16). Esto significa que todo le pertenece a Él.

¿Cómo apartarse del dador de la vida?

3. Cristo es el resplandor e imagen de la gloria de Dios. Entendamos esto: la gloria de Dios es la manifestación de Su ser, de Sus atributos, de su carácter. Cuando hablamos entonces de la gloria de Dios, podemos pensar (como tal vez lo estaban haciendo los lectores originales de la carta) en todos aquellos momentos del Antiguo Testamento en que la gloria de Dios fue revelada. Pensemos en la zarza ardiendo. Recordemos la gloria de Dios en el monte Sinaí. Pensemos también en las visiones de Isaías y de Ezequiel. El decir que Cristo es el “resplandor de su gloria”, es decir de la gloria de Dios, significa que toda esa gloria que podemos recordar que nos llena de asombro, que nos hace temblar y adorar, toda esa gloria Jesús la manifestó (ver Juan 1:14).

Cristo, al ser la “imagen de su sustancia”, nos revela la misma naturaleza de Dios (ver Col. 1:15; Juan 14: 9, 10).

4. Cristo es el sustentador de todas las cosas. Es el Señor de la providencia. Cristo sostiene todas las cosas. Esta frase incluye la idea de una providencia dinámica, de movimiento, de llevar las cosas hasta su destino. Cristo guía todo el universo a cumplir su propósito por el cual fue creado (2 Pedro 3: 4-7).

5. Cristo es el sumo sacerdote que ha tenido éxito. Él no solo es el Revelador de Dios, sino el Redentor del hombre. Nosotros no sólo necesitamos que Dios nos sea revelado, para poder conocerlo, sino necesitamos ser redimidos, perdonados y reconciliados para poder amarlo. Con respecto a esto, nos dice que Cristo ha “efectuado la purificación de nuestros pecados”. El pecado contamina, mancha. Cristo nos purifica de nuestro pecado. Es significativo que cuando el sumo sacerdote entraba en el lugar santísimo no se sentaba, pues no había provisión de alguna silla para que pudiera hacerlo. Pero Cristo, habiendo realizado la obra de redención, se nos dice aquí que “se sentó”. Esta frase habla entonces de una obra completa y terminada, en contraste con las ofrendas continuas de los sacerdotes levíticos.

6. Cristo es el rey soberano. Cristo “… se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas”. Esa es su posición legítima. Donde verdaderamente pertenece. A él le pertenece toda gloria y autoridad. Está sentado a la diestra del Padre.

Al estudiar estos versículos, vemos que Cristo lo es todo. Es profeta (v. 2), sacerdote (v. 3) y rey (v. 3). Todo lo que necesitamos para una vida espiritual más plena y rica lo obtenemos a través del contacto con Cristo y ocupándonos de Él.

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Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios. Hebreos 6:7