miércoles, 13 de noviembre de 2013

Escuelas Cristianas

Por John Frame

La Escritura deja claro que los padres tienen la obligación de criar a sus hijos en un ambiente que no  solamente esté centrado en Cristo, sino incluso saturado de Cristo. Solamente lea Deuteronomio 6:4-9.

Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas.

Por un lado, al explicar mi posición, aclaro que no estoy de acuerdo con ciertos puristas de la educación en el hogar quienes dicen que la Escritura prohíbe cualquier delegación de esta tarea; creo que es más probable que los niños en los tiempos bíblicos fueran comúnmente aprendices de practicantes de varios oficios. Pero es claro que los padres tienen la responsabilidad última de la educación de sus hijos, tanto religiosa como secular, y no deberían permitir que sus hijos vayan a una temprana edad a una escuela que viola sus propios valores fundamentales o que no permite una supervisión paterna sustancial.

Por otro lado, encuentro difícil imaginar cualquier situación en la que los padres puedan justificar enviar a sus hijos a una escuela pública americana. Quizás una completa pobreza financiera pueda ser una justificación, o la total incapacidad de una familia para enseñar a sus hijos en el hogar. Pero las escuelas públicas excluyen cualquier influencia cristiana; en efecto, continuamente falsifican la historia mundial para así negar la inmensa influencia del Cristianismo sobre la civilización. Sin embargo, el día de hoy se dan cuenta (como no lo hacían hace treinta años) que deben comunicar algunos valores. Dichos valores tienden a ser secularmente humanistas, de la Nueva Era, relativistas, ocultistas, etc. Y por supuesto, existen problemas dentro de los sistemas educativos públicos siempre mencionados en los medios: violencia, drogas, educación sexual relativista, embarazos desenfrenados de adolescentes, y otros más.

¿Cómo pueden los padres, bajo tales condiciones, proveer el ambiente saturado de la Palabra de Deuteronomio 6? Aun más, las escuelas públicas (y tristemente, muchas privadas) tienden a tomar cada vez más y más del tiempo del niño. Deportes después de la escuela, actividades enriquecedoras y otras parecidas dejan muy poco tiempo para la iglesia y la enseñanza en el hogar. Sin embargo, un padre cristiano necesitará tiempo: tiempo no solamente para enseñar las Escrituras, sino también para desenseñar los valores aprendidos de la sociedad como un todo, incluyendo maestros y compañeros en la escuela pública. Esta tarea puede ser formidable, y he visto a muy pocos padres que hayan tenido algún éxito del todo en ella.

Concedo que hay maestros cristianos en el sistema de escuela pública, y estoy agradecido por ellos. Ellos son misioneros fronterizos. Es verdad que sus labios continuamente deben cerrarse; eso también es verdad en otras circunstancias donde hay enemigos del evangelio, tales como en los países musulmanes. Pero ocasionalmente tienen oportunidades de hablar a sus colegas y estudiantes acerca de Jesús, y éstas no deben ser menospreciadas. Estas personas deben entender su rol. Su trabajo no es educar niños cristianos. Deberían ser honestos y dirigir a sus amigos cristianos a que envíen a sus hijos a otro lado. En el contexto de la escuela pública nunca podrán tener la esperanza de enseñar a jóvenes cristianos como se debería hacer, al menos mientras mantienen sus empleos. Su trabajo es realizar un servicio para su empleador gubernamental, y en esa situación, presentar, tanto como sea posible, un testimonio de palabra y vida. Hay también maneras sutiles en las que ellos pueden presentar un testimonio, aun en clase. Pueden, por ejemplo, presentar críticas internas de filosofías seculares, mostrando que bajo análisis éstas degeneran en lo irracional. De esta forma, estarán proveyendo un buen servicio intelectual a sus estudiantes, mientras cuestionan toda la ideología secularista. ¡E imaginen al estudiante descubriendo fuera de clase que éste maestro, un escéptico de todos los tipos de pensamiento en el salón de clases, es en realidad un cristiano!

Pero las familias cristianas deben educar a los niños pequeños en escuelas cristianas o en el hogar, mientras sea posible. Digo niños pequeños porque creo que los niños cristianos deben ser educados para la vida en el mundo, no para pasar el resto de sus vidas en un ghetto cristiano. Deben ser educados  de tal manera que serán capaces de ir a escuelas seculares sin sufrir daño, sino más bien como sal y luz en esa situación. En verdad, niveles más avanzados de educación en la mayoría de los campos requerirá una interacción de primera mano con aproximaciones no cristianas.

Cada estudiante difiere de cuando está listo para el estudio secular, o para emplearse en “el mundo”. Algunos serán capaces de manejarlo en la preparatoria, otros en la universidad, otros incluso no hasta llegar a estudios de posgrado. Pero uno no debería ir a una institución no cristiana hasta que está bien fundamentado en la Escritura y en la cosmovisión Reformada para discernir lo que es verdadero y lo falso en la enseñanza no cristiana. Y no debería ir a tal clase de escuela hasta que su carácter cristiano esté bien formado, hasta que sea capaz de decir “no” a las tentaciones de la sociedad no cristiana.

Hay también problemas especiales con universidades y seminarios que profesan convicciones bíblicas pero en la práctica apoyan un criticismo bíblico destructivo, ordenación de mujeres, derechos de los homosexuales y otros aspectos de la agenda liberal. Los estudiantes son fácilmente impresionables, aun en los niveles de universidad y posgrado. Conozco muy pocos alumnos de universidades y seminarios, si es que conozco alguno, que no hayan sido profundamente influenciados por las escuelas a las que han asistido. Conozco muchos jóvenes que han sido enviados a tales escuelas por padres que esperaban que sus valores cristianos sean reforzados, solamente para experimentar que sus corazones sean rotos al mirar a sus hijos ser dirigidos al naufragio espiritual por maestros y compañeros. La lealtad denominacional o confesional muchas veces ha llevado a los padres a ignorar problemas que hubieran percibido fácilmente en escuelas seculares o escuelas de otras denominaciones y tradiciones. Los pastores y ancianos que alientan esta clase de denominacionalismo ciego en detrimento de la fe de los niños tendrán mucho por lo cual responder: 

Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar (Mateo 18:6). 

Como podrán ver, esto va más allá de ser quisquilloso acerca de la filosofía educacional.

Pero debemos regresar a la educación de los niños pequeños. Entre las escuelas cristianas y la educación cristiana en el hogar, me inclino a favorecer la segunda, aunque ciertamente hay roles legítimos para cada una. Depende en gran parte de la habilidad y el tiempo de los padres para hacer adecuadamente por ellos mismos la enseñanza. Consideraciones financieras también pueden influir las decisiones en esta área. Mi preferencia por la educación en el hogar se basa en el hecho que los estudiantes pueden proceder a su propio ritmo y a que los métodos de enseñanza se pueden personalizar para cada estudiante. Con una excelente relación maestro-alumno, las debilidades del estudiante pueden ser rápidamente detectadas y corregidas. En los mejores casos, la educación en el hogar educa a los niños a un paso rápido, y con un enriquecimiento que no puede ser igualado en instituciones. En la educación en el hogar, los temas académicos y los valores cristianos se pueden integrar con proyectos de la vida real: los niños pueden participar en el negocio familiar, agricultura, ministerios de varios tipos, todos en el contexto de las relaciones sociales familiares.

La crítica más común de la educación en el hogar es la de que no provee de una socialización adecuada para los niños. Sin embargo, un grupo de soporte cristiano de educación en el hogar (hay uno excelente en mi antiguo hogar en Escondido así como en Orlando) puede proveer de muchas actividades grupales que satisfacen esta necesidad. Aun más, uno tiene que ser muy cuidadoso de cómo los niños son socializados. Nuestra meta para los niños es que ellos se vuelvan adultos piadosos. Proverbios 13:20 dice que el que se junta con necios será quebrantado y que la necedad está ligada al corazón del niño (22:15). Estos principios bíblicos implican que las mejores compañías para crecer a los niños son adultos maduros, no otros niños. Sabemos cuánto daño puede hacerle al niño la presión de los compañeros, aun en ambientes cristianos. Ocasionalmente puede ser benéfica, pero en el panorama completo es detrimente, como Proverbios nos dirigiría a esperar. Este comentario no tiene la intención de justificar ciertas políticas de aislamiento absoluto; eso sería cruel y educacionalmente contraproducente. Si los niños van a estar preparados para el mundo, necesitan ser expuestos al mundo, incluso a la necedad de otros niños. Pero enviarlos a una escuela donde sus principales mentores son otros niños (eso es exactamente lo que sucede en cualquier escuela) puede muy bien ser un error, aun a pesar de que esa escuela sea cristiana.

Más aún, muchas escuelas cristianas tienen muy poca idea de cómo integrar los estudios de los niños con enseñanzas bíblicas. E incluso cuando saben cómo hacerlo en teoría, continuamente negarán este entendimiento por la atmósfera espiritual y ética de la escuela. He conocido escuelas cristianas (¡que profesan la fe Reformada!) en que los niños cristianos son aburridos con la Biblia, en las que su fe se da por sentada, en la que los niños son heridos por otros niños o por maestros por pertenecer a la nacionalidad o denominación equivocada. Conozco una escuela cristiana que tiene la reputación entre sus rivales atléticos por su lenguaje sucio dentro del campo de juego. Y he visto a padres tratando de llamar la atención de la escuela sobre estos problemas solamente para ser despachados sin ninguna consideración seria del asunto. La escuela se rehusó a tomar responsabilidad alguna por el desarrollo del carácter del niño, culpando a las familias e iglesias por todos los problemas de éste. Uno no debe asumir que una escuela será adecuada simplemente porque presume el nombre de “Cristiana”.

Sin embargo, las escuelas cristianas son un “gigante dormido”, potencialmente una de las más grandes armas cristianas en la actual batalla espiritual. Muchas personas están preocupadas por las fallas de las escuelas públicas y están buscando algo mejor. Si los cristianos pueden demostrar que pueden hacerlo mejor al enseñar hechos y valores, las personas sin ningún trasfondo cristiano correrán a su puerta. Esta podría ser la más grande oportunidad evangelística en el tercer milenio. Pero temo que las escuelas cristianas han descuidado grandemente esta oportunidad. Esta es una de las peores fallas de la iglesia moderna; y los Reformados, que han dirigido a las iglesias protestantes hacia el campo de la educación cristiana, deben tomar gran parte de la culpa.

Los ancianos de las iglesias tienen la responsabilidad de dar estos hechos a conocer a sus miembros y apoyar las escuelas cristianas y la educación en el hogar. Los diáconos deben asegurarse de que los niños de familias pobres tengan oportunidad de acceder a una educación cristiana adecuada. Es difícil imaginar cualquier tarea de la iglesia que tenga una prioridad más alta en nuestros tiempos. Tanto la Teología del Pacto como la Gran Comisión requieren una fuerte inversión en la educación cristiana de los niños. Pero primero, nosotros mismos debemos ser educados en cómo y porqué hacerlo.


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Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios. Hebreos 6:7