domingo, 24 de noviembre de 2013

Respuesta a un par de preguntas

El día de ayer puse en la página de Facebook del blog una interesante cita que tomé del libro La Predestinación del autor Ignacio Alonzo. La cual dice:

Aún las obras pecaminosas son previstas, permitidas y controladas de modo que redunden para la gloria de Dios.

A esta entrada en el muro, recibí de un amigo un par de preguntas, las cuales me tomo la libertad de reproducir a continuación:

1) ¿Hermano, entonces puedo decir que mis pecados son predestinados?

ó

2) ¿Las circunstancias son las que han sido previstas y por mi naturaleza peco o no?

A las dos preguntas respondo: 1) Sí y 2) Sí. Con mucho gusto trataré de expandir la respuesta para aclarar porqué respondo "sí" a ambas preguntas. Me gustaría empezar primero citando un par de textos bíblicos:

También hemos obtenido herencia, habiendo sido predestinados según el propósito de aquel que obra todas las cosas conforme al consejo de su voluntad (Efesios 1:11)

Digno eres, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria y el honor y el poder, porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas (Apocalipsis 4:11)

El Capítulo III de la Confesión de fe de Westminster, titulado "El Decreto Eterno de Dios", explica el primer texto de la siguiente manera (el énfasis es añadido):

Dios desde la eternidad, por el sabio y santo consejo de su voluntad, ordenó libre e inalterablemente todo lo que sucede.

Cuando la confesión afirma que Dios ordenó todo lo que sucede, en verdad quiere decir TODO, incluyendo los pecados individuales de cada una de los seres creados. Esto incluye no sólo los pecados más "conocidos" de la Escritura, cómo la caída de Satanás, la caída del hombre y la traición y crucifixión de Jesús, sino también nuestros propios pecados individuales que, al parecer, no trascienden en la historia de la humanidad.

En su libro ¡Sí, Jesús!, el profesor Roger Smalling comenta lo siguiente:

Los eventos históricos, buenos o malos en la humanidad, se han desarrollado por la voluntad de Dios. Esto incluye los eventos más importantes, como los más insignificantes.

Luego agrega:

LA REALIDAD ES EL PRODUCTO DE LA VOLUNTAD DE DIOS.

Comentando el texto de Apocalipsis 4:11 arriba citado, Smalling dice:

Esta afirmación es terminante. Todas las cosas deben su existencia a la voluntad de Dios.
 
Así que la respuesta a la primera pregunta es: Sí, nuestros pecados han sido predestinados. Ahora bien, esto no quiere decir que Dios es responsable o culpable de los pecados de ninguna persona. El mismo Capítulo III de la Confesión agrega a la declaración citada arriba:

Sin embargo, lo hizo de tal manera, que Dios ni es autor del pecado, ni hace violencia al libre albedrío de sus criaturas, ni quita la libertad ni contingencia de las causas secundarias, sino más bien las establece.

Es importante notar el énfasis que la Confesión hace sobre las causas secundarias, las cuales han sido establecidas por el decreto eterno de Dios. La misma Confesión expande esta explicación en el Capítulo IV, llamado "De La Providencia":

Aunque con respecto a la presciencia y decreto de Dios, quien es la primera, todas las cosas sucederán inmutable e infaliblemente, sin embargo, por la misma providencia las ha ordenado de tal manera, que sucederán conforme a la naturaleza de las causas secundarias, sea necesaria, libre o contingentemente.

Lo que la Confesión de Westminster está enseñando es el hecho de que Dios decretó (i.e. estableció) todo lo que ha acontecido, acontece y acontecerá en el mundo, pero lo hizo al decretar "las causas secundarias", por lo que Dios entonces no es el autor directo o responsable de los pecados de las criaturas, mucho menos causante o incitador de estos.

Nuevamente, el libro de Roger Smalling nos ayuda a entender esta verdad de la siguiente manera (énfasis añadidos):

Dios nunca obliga a nadie a pecar. Tampoco se le puede acusar a Dios, en base a su soberanía, de ser el Autor del pecado. Las personas pecan porque tienen naturalezas pecaminosas. 

Sin embargo, nadie puede pecar sin que Dios lo permita. Las Escrituras nos revelan que hasta las mismas circunstancias del acto de pecar están bajo el control soberano divino. En la mano divina está el poder para impedir o permitir el pecado del hombre. El afirmar que Dios no puede impedir que una persona pecara, es igualmente de blasfemo como declarar que Dios es la causa del pecado.

¿Cómo limita Dios el pecado, y controla las circunstancias de su manifestación, sin incurrir la culpa de ser la causa del pecado? 

Cuando un ratón es puesto en una jaula, siempre explora los límites de ella. Raras veces se sienta el ratón en medio de la jaula, porque su ambiente natural es lugares encerrados, como sus túneles, bajo la hierba, etc. Dios lo hizo así. Los ratones están más cómodos cuando están en contra de algo. Si uno quiere ver correr a un ratón en círculos, basta sólo ponerlo en una jaula circular. Sus movimientos son predecibles, sin ninguna violación de su naturaleza o poder para actuar.

Sucede igual con el hombre. Dios controla las acciones pecaminosas de los hombres, con sólo  arreglar el momento y las circunstancias envueltas en el acto. Por Su conocimiento íntimo de la naturaleza y carácter de las personas involucradas, Dios queda en control de todo, sin que nadie pueda inculparle de ser el autor del pecado.

Así que la respuesta a la segunda pregunta también es: "Sí, efectivamente, las circunstancias son las que han sido previstas y por mi naturaleza peco o no". Pero atención: LA RESPUESTA AFIRMATIVA A LA SEGUNDA PREGUNTA NO NIEGA LA RESPUESTA AFIRMATIVA DE LA PRIMERA. Ambas cosas no se contradicen, sino se complementan.

Esto que estoy tratando de explicar (con ayuda de autores muchísimo más inteligentes que yo), es sin duda un misterio, pero del que Dios no nos ha dejado en ignorancia total. Si alguien desea profundizar su estudio de esta verdad, recomendaría ampliamente leer al menos el Capítulo XVIII de  la Institución de la Religión Cristiana de Juan Calvino, titulado "DIOS SE SIRVE DE LOS IMPÍOS Y DOBLEGA SU VOLUNTAD PARA QUE EJECUTEN SUS DESIGNIOS QUEDANDO SIN EMBARGO ÉL LIMPIO DE TODA MANCHA", donde abundan los textos bíblicos que ejemplifican y demuestran esta importante realidad de la soberanía de Dios sobre el pecado del hombre, del cual me gustaría citar la parte final:

Me parece, si no me engaño, que he demostrado con suficiente claridad cómo en un mismo acto aparece la maldad de los hombres y brilla la justicia de Dios; y las personas sencillas se sentirán siempre satisfechas con la respuesta de san Agustín: "Siendo así", dice, “que el Padre celestial ha entregado a la muerte a su Hijo, y que Cristo se ha entregado a sí mismo, y Judas ha vendido a su maestro, ¿cómo es que en este acto de entrega Dios es justo y el hombre culpable, sino porque siendo uno mismo el hecho, fue distinta la causa por la que se hizo?”. Y si alguno se siente perplejo por lo que acabamos de decir, que no hay consentimiento alguno por parte de Dios con los impíos, cuando por justo juicio de Dios son impulsados a hacer lo que no deben, acordémonos de lo que en otro lugar dice el mismo san Agustín: "¿Quién no temblará con estos juicios, cuando Dios obra aun en los corazones de los malos todo cuanto quiere, dando empero a cada uno según sus obras?". Ciertamente en la traición de Judas no hay más razón para imputar a Dios la culpa de haber querido entregar a la muerte a su Hijo y de haberlo realizado efectivamente, que para atribuir a Judas la gloria de nuestra redención por haber sido ministro e instrumento de ella. Por lo cual el mismo doctor dice muy bien en otro lugar, que en este examen Dios no busca qué es lo que los hombres han podido hacer o qué es lo que han hecho, sino lo que han querido; de tal manera que la voluntad es lo que se tiene en cuenta.

Otro excelente material de estudio sobre la soberanía de Dios sobre el pecado de sus criaturas, de manera tal que éstos sirvan a Sus propósitos y para la exaltación de la gloria de Cristo, es el libro de John Piper llamado Pecados Espectaculares, cuya versión en inglés es descargable gratuitamente (hacer click en el enlace). Este libro es excelente, pues además de corto (alrededor de 100 páginas que se pueden leer rápidamente) aborda con una perspectiva pastoral y de consuelo esta gran verdad. La serie de sermones de las cuales se basó Piper para editar ete libro está traducida al español y se puede leer en este enlace. En verdad recomiendo su lectura.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios. Hebreos 6:7