martes, 1 de enero de 2013

Nuestro Llamado y la Gloria de Dios (Parte 3)

Fe y Obras

¿Era el granjero que creció el grano que llegó a la pieza de pan que comí esta mañana un cristiano? ¿Qué hay del artista cuya película provocó tal poderosa impresión? Sucede que sé que no es un cristiano. ¿Cómo puedo glorificar a Dios por la obra –cultivo– de un incrédulo? La doctrina de la vocación responde esa cuestión. En Su gobierno del mundo, Dios utiliza a aquellos que no le conocen, así como a aquellos que sí. Todo don bueno y perfecto viene de Dios (Santiago 1:17). Pero los seres humanos pecan en sus vocaciones y pecan en contra de sus vocaciones, resistiendo y peleando en contra del propósito de Dios.

En la superficie, no parece haber una gran diferencia entre un granjero cristiano labrando su campo y un granjero no cristiano que esencialmente hace lo mismo. Dios puede usar a ambos para traer el pan diario, el cual, a su vez; Él distribuye a cristianos y no cristianos por igual. Pero hay una gran diferencia. El granjero cristiano trabaja movido por la fe, mientras el granjero no cristiano trabaja movido por la incredulidad.

Lutero en realidad utilizó dos palabras diferentes para lo que hasta ahora he colapsado bajo el término general de vocación: “estación” (Stand) y “llamado” (Beruf). A los no cristianos se les es dado una estación en la vida, un lugar que Dios les ha asignado. Los cristianos, empero, son aquellos que escuchan la voz de Dios en Su Palabra, así que entienden su estación en términos del “llamado” personal de Dios.

La Palabra de Dios llama a fe a la gente. Esta es la vocación primaria de Dios, ser un hijo de Dios. Pero Dios también ha estacionado a ese cristiano para vivir una vida en el mundo. El cristiano, en fe, ahora entiende su vida y lo que Dios le ha dado para hacer como un llamado del Señor. Como lo explica el teólogo contemporáneo John Pless:

Lutero entendió que el cristiano es genuinamente bi-vocacional. Es primero llamado a través del Evangelio a la fe en Cristo Jesús y es llamado a ocupar una estación particular o lugar en la vida. El segundo sentido de este llamado abarca todo aquello que el cristiano hace en servicio a su prójimo no sólo en una ocupación en particular sino también como un miembro de la iglesia, un ciudadano, un esposo, padre o hijo y trabajador. Aquí el cristiano vive en amor hacia otros seres humanos y es el instrumento por el cual Dios hace Su obra en el mundo. (3)

“Concluimos, entonces, que un cristiano no vive en sí mismo, sino en Cristo y en el prójimo” dijo Lutero. “Vive en Cristo a través de la fe, y en el prójimo a través del amor”. (4)

La relación del cristiano hacia Dios, para Lutero; no tiene nada que ver con nuestras buenas obras, pero todo que ver con la obra de Cristo a nuestro favor. Pero Dios, habiéndonos justificado gratuitamente a través de la Cruz de Jesucristo, nos llama de regreso al mundo, cambiados, para amar y servir a nuestros vecinos.

Los oponentes monásticos de Lutero argumentaban que somos salvos por nuestras buenas obras, lo cual entendían como rechazar el mundo, desarrollar ejercicios espirituales, y hacer votos de celibato, pobreza y obediencia, los cuales no tenían ninguna relación con sus vocaciones “seculares”. Pero Lutero negó que tal piedad privada y aislada que supuestamente era para servir a Dios tuviera algo que ver con las buenas obras. Él preguntaría: ¿A quién estás ayudando? Las buenas obras no se hacen para Dios. Más bien, se deben hacer para nuestro prójimo. Dios no necesita nuestras buenas obras, dijo Wingren resumiendo a Lutero, pero nuestro prójimo sí.

Si te encuentras en un trabajo por el cual solamente logras algo bueno por Dios, o lo santo, o ti mismo, pero no para tu prójimo, entonces debes de saber que dicha obra no es una buena obra. Porque cada uno debe  vivir, hablar, actuar, oír, sufrir y morir en amor y servicio por otro, incluso por nuestros enemigos, un marido por su esposa e hijos, una esposa por su marido, los hijos por sus padres, los siervos por sus amos, los amos por sus siervos, los gobernantes por sus súbditos y los súbditos por sus gobernantes, por lo que la mano, boca, ojo, pie, corazón y deseo de uno es para los otros; estas son obras cristianas, buenas en naturaleza. (5)

Algunas veces hablamos sobre servir a Dios en nuestras vocaciones. Lutero se molestaría con esta formulación, si por ella imaginamos que estamos realizando grandes obras para impresionar al Señor pero descuidamos nuestras familias o maltratamos a nuestros colegas al hacerlo. Pero Jesús mismo nos dice que lo que hacemos –o no hacemos– por nuestro prójimo en necesidad, se lo hacemos  –o no hacemos– a Él (Mateo 25:31-46). Así que cuando servimos a nuestro prójimo, servimos a Dios, aunque ni las ovejas ni los cabritos se dieron cuenta con quien estaban tratando realmente. Dios está escondido en la vocación. Cristo está oculto en nuestro prójimo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios. Hebreos 6:7