jueves, 3 de enero de 2013

Nuestro Llamado y la Gloria de Dios (Final)


El Sacerdocio de Todos los Creyentes

La doctrina de la vocación es una parte integral de la enseñanza de la Reforma sobre el sacerdocio de todos los creyentes. Esto no significa, al menos para Lutero, que el oficio pastoral ya no es necesario. Más bien, ser un pastor es una vocación distinta. Dios llama a ciertos individuos al ministerio pastoral, y Él obra a través de ellos para dar Su Palabra y Sacramentos a Su rebaño.

El sacerdocio de todos los creyentes significa, entre otras cosas, que uno no necesita ser un pastor o hacer funciones pastorales para poder ser un sacerdote.

John Pless muestra cómo la perspectiva Católica Romana Medieval, que consideraba los llamados a las órdenes religiosas como las únicas vocaciones santas de Dios, se replica en el evangelicalismo Americano:

El Catolicismo Romano Medieval presuponía una dicotomía entre la vida en las órdenes religiosas y la vida en los llamados ordinarios. Se asumía que la vida monástica guiada por los consejos evangélicos (i.e., el Sermón del Monte) proveía de un sendero más certero a la salvación que la vida secular regulada por el decálogo. El Evangelicalismo Americano ha engendrado lo que se puede referir como un “neo-monasticismo”. Al igual que su contraparte medieval, el neo-monasticismo da la impresión que el trabajo religioso agrada más a Dios que otras tareas y deberes asociados con la vida en el mundo. Según esta mentalidad, el creyente que hace un llamado evangelístico, sirve en un comité congregacional, o lee un pasaje en el servicio de la iglesia está realizando un trabajo espiritualmente más significativo que la madre cristiana que atiende a sus hijos o el cristiano que trabaja con integridad en una fábrica. Para el creyente, todo trabajo es santo porque él es santo y justo a través de la fe en Cristo.

Similar al neo-monasticismo, está el neo-clericalismo que merodea detrás del eslogan “cada quien un ministro”. Esta frase implica que el trabajo vale la pena sólo mientras se asemeje al trabajo realizado por pastores. Los líderes laicos son llamados “Ministros Asistentes” y esta práctica es defendida sobre las bases de que involucrará a otros en la iglesia como si la recepción fiel de los dones de Cristo fuera insuficiente. Ya no es suficiente pensar de tu vida diaria como tu vocación, ahora debe ser llamado “tu ministerio”. (8)

Einar Billing hace el punto de que Lutero y los Luteranos desplazaron las disciplinas espirituales monásticas lejos del claustro y hacia dentro del mundo, para ser practicados en vocación (9). ¿Celibato? Se sexualmente fiel dentro del matrimonio. ¿Pobreza? Lucha por sostener a tu familia. ¿Obediencia? Haz lo que la ley y tu empleador te dicen que hagas. ¿Limosnas? Se generoso con tus prójimos. ¿Auto-disciplina? Fortalécete contra las tentaciones que encontrarás en la vida diaria.

Los sacerdotes llevan a cabo sacrificios. El sacrificio de Cristo por nuestros pecados fue una vez y para siempre. No necesitamos ya repetir dicho sacrificio, lo que se enseña que sucede en la Misa. Pero los discípulos de Cristo son llamados a tomar su propia cruz y seguirle. Su real sacerdocio se sacrificará a sí mismo en sus llamados, al amar y servir a sus esposas, hijos, clientes, empleados y conciudadanos. “Lutero relocalizó el sacrificio”, dice Pless. “Lo removió del altar y lo reposicionó en el mundo”. (10)

“El cristiano trae su sacrificio al rendir la obediencia, ofrecer el servicio y proveer el amor que su trabajo y llamado le requieren”, escribe Vilmos Vatja. “El trabajo del cristiano en su llamado se vuelve una función de su sacerdocio, su sacrificio corporal. Su trabajo en el llamado es una obra de fe, la adoración del reino del mundo”. (11)

“También vosotros, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (1 Pedro 2:5). “Por consiguiente, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es vuestro culto racional” (Romanos 12:1). Estos sacrificios son, precisamente, “sacrificios eucarísticos”; es decir, “sacrificios de gratitud” en respuesta a lo que Dios ha hecho por nosotros en Jesucristo. (12)

Puede parecer extraño pensar que tales actividades mundanas como el pasar tiempo con tu esposa e hijos, ir al trabajo, y tomar parte en tu comunidad son una parte de tu llamamiento “santo”, y que el monótono trajín diario puede ser un “sacrificio espiritual”.

No es tan extraño, empero, como lo que actualmente destroza a muchos cristianos: una vida “espiritual” que tiene poco que ver con sus familias, su trabajo, y su vida cultural. Muchos cristianos tratan a otras personas horriblemente, incluyendo a sus esposas e hijos, mientras cultivan su propia piedad personal. Muchos cristianos bien intencionados se pierden en el trabajo y actividades de la iglesia, mientras descuidan sus matrimonios, sus hijos y sus otros llamados.

Pero la vida ordinaria es donde Dios nos ha colocado. La familia, el centro de trabajo, la iglesia local, la cultura y la plaza pública son donde Él nos ha llamado. La vocación es donde la santificación ocurre.

Es verdad, pecamos terriblemente en todas estas vocaciones. En lugar de amar y servir a nuestro prójimo, queremos ser amados y ser servidos, poniéndonos a nosotros en primer lugar. Pero cada domingo, podemos ir para ser nutridos por la Palabra de Dios, donde encontramos perdón por nuestros pecados vocacionales y somos edificados en nuestra fe. Esa fe, a la vez, puede dar fruto en nuestras vocaciones diarias.

El alto número de divorcios entre los cristianos evangélicos, su escapismo espiritual, y su invisibilidad cultural son todos síntomas de la pérdida de la vocación. Por el contrario, el recobrar la vocación puede transfigurar toda la vida, envolviendo cada relación y cada tarea puesta delante de nosotros con la gloria de Dios.

This article originally appeared in the Nov./Dec. 2007 edition of Modern Reformation. For more information about Modern Reformation, visit www.modernreformation.org. All rights reserved.


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Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios. Hebreos 6:7