jueves, 31 de enero de 2013

Siguiendo el llamado

En la mañana de hoy, al revisar una libreta de notas sobre mi lectura de la Biblia, encontré esta pequeña oración que escribí un 15 de enero de 2009 (hace poco más de 4 años):

Señor, yo sé que Tú quieres que vaya a tí por medio de Cristo, que me llamas al arrepentimiento con gozo. Oh, Dios, quiero seguir tu llamado el día de hoy y cada día de mi vida.

Han pasado 4 años desde aquel día en que escribí estas palabras. Agradezco a Dios por hacerme ver de nuevo mi necesidad, y vuelvo a clamar: "Quiero seguir tu llamado el día de hoy y cada día de mi vida".

domingo, 6 de enero de 2013

Corazones Inconstantes

Precisamente, porque la vida es ambas cosas, tragedia y comedia, para nosotros es más evidente que nunca que nuestro corazón es inconstante. Cuando las cosas están bien, nos preguntamos cómo podríamos mejorarlas ("Claro, el maná está bien, pero ¿sería posible que nos diera carne?"). Cuando las cosas apuntan hacia abajo, cuestionamos el cuidado paterno de Dios ("¿Nos trajo a este desierto para morir?").
Michael Horton en Demasiado bueno para ser cierto (Editorial Vida). Capítulo 1 (énfasis mío).

En verdad, nuestros corazones son impresionantemente inconstantes. Las pruebas y las dificultades son buenas para revelar toda la incredulidad que todavía se aloja en cada uno de nosotros. Sin embargo, la Biblia enseña claramente que también los períodos de bonanza pueden constituirse en un tiempo de prueba para el creyente. Los períodos de calma pueden revelar nuestro todavía deseo de mayor comodidad, ingratitud y avaricia por más de lo que ya tenemos.

jueves, 3 de enero de 2013

Nuestro Llamado y la Gloria de Dios (Final)


El Sacerdocio de Todos los Creyentes

La doctrina de la vocación es una parte integral de la enseñanza de la Reforma sobre el sacerdocio de todos los creyentes. Esto no significa, al menos para Lutero, que el oficio pastoral ya no es necesario. Más bien, ser un pastor es una vocación distinta. Dios llama a ciertos individuos al ministerio pastoral, y Él obra a través de ellos para dar Su Palabra y Sacramentos a Su rebaño.

El sacerdocio de todos los creyentes significa, entre otras cosas, que uno no necesita ser un pastor o hacer funciones pastorales para poder ser un sacerdote.

John Pless muestra cómo la perspectiva Católica Romana Medieval, que consideraba los llamados a las órdenes religiosas como las únicas vocaciones santas de Dios, se replica en el evangelicalismo Americano:

El Catolicismo Romano Medieval presuponía una dicotomía entre la vida en las órdenes religiosas y la vida en los llamados ordinarios. Se asumía que la vida monástica guiada por los consejos evangélicos (i.e., el Sermón del Monte) proveía de un sendero más certero a la salvación que la vida secular regulada por el decálogo. El Evangelicalismo Americano ha engendrado lo que se puede referir como un “neo-monasticismo”. Al igual que su contraparte medieval, el neo-monasticismo da la impresión que el trabajo religioso agrada más a Dios que otras tareas y deberes asociados con la vida en el mundo. Según esta mentalidad, el creyente que hace un llamado evangelístico, sirve en un comité congregacional, o lee un pasaje en el servicio de la iglesia está realizando un trabajo espiritualmente más significativo que la madre cristiana que atiende a sus hijos o el cristiano que trabaja con integridad en una fábrica. Para el creyente, todo trabajo es santo porque él es santo y justo a través de la fe en Cristo.

Similar al neo-monasticismo, está el neo-clericalismo que merodea detrás del eslogan “cada quien un ministro”. Esta frase implica que el trabajo vale la pena sólo mientras se asemeje al trabajo realizado por pastores. Los líderes laicos son llamados “Ministros Asistentes” y esta práctica es defendida sobre las bases de que involucrará a otros en la iglesia como si la recepción fiel de los dones de Cristo fuera insuficiente. Ya no es suficiente pensar de tu vida diaria como tu vocación, ahora debe ser llamado “tu ministerio”. (8)

Einar Billing hace el punto de que Lutero y los Luteranos desplazaron las disciplinas espirituales monásticas lejos del claustro y hacia dentro del mundo, para ser practicados en vocación (9). ¿Celibato? Se sexualmente fiel dentro del matrimonio. ¿Pobreza? Lucha por sostener a tu familia. ¿Obediencia? Haz lo que la ley y tu empleador te dicen que hagas. ¿Limosnas? Se generoso con tus prójimos. ¿Auto-disciplina? Fortalécete contra las tentaciones que encontrarás en la vida diaria.

Los sacerdotes llevan a cabo sacrificios. El sacrificio de Cristo por nuestros pecados fue una vez y para siempre. No necesitamos ya repetir dicho sacrificio, lo que se enseña que sucede en la Misa. Pero los discípulos de Cristo son llamados a tomar su propia cruz y seguirle. Su real sacerdocio se sacrificará a sí mismo en sus llamados, al amar y servir a sus esposas, hijos, clientes, empleados y conciudadanos. “Lutero relocalizó el sacrificio”, dice Pless. “Lo removió del altar y lo reposicionó en el mundo”. (10)

“El cristiano trae su sacrificio al rendir la obediencia, ofrecer el servicio y proveer el amor que su trabajo y llamado le requieren”, escribe Vilmos Vatja. “El trabajo del cristiano en su llamado se vuelve una función de su sacerdocio, su sacrificio corporal. Su trabajo en el llamado es una obra de fe, la adoración del reino del mundo”. (11)

“También vosotros, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (1 Pedro 2:5). “Por consiguiente, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es vuestro culto racional” (Romanos 12:1). Estos sacrificios son, precisamente, “sacrificios eucarísticos”; es decir, “sacrificios de gratitud” en respuesta a lo que Dios ha hecho por nosotros en Jesucristo. (12)

Puede parecer extraño pensar que tales actividades mundanas como el pasar tiempo con tu esposa e hijos, ir al trabajo, y tomar parte en tu comunidad son una parte de tu llamamiento “santo”, y que el monótono trajín diario puede ser un “sacrificio espiritual”.

No es tan extraño, empero, como lo que actualmente destroza a muchos cristianos: una vida “espiritual” que tiene poco que ver con sus familias, su trabajo, y su vida cultural. Muchos cristianos tratan a otras personas horriblemente, incluyendo a sus esposas e hijos, mientras cultivan su propia piedad personal. Muchos cristianos bien intencionados se pierden en el trabajo y actividades de la iglesia, mientras descuidan sus matrimonios, sus hijos y sus otros llamados.

Pero la vida ordinaria es donde Dios nos ha colocado. La familia, el centro de trabajo, la iglesia local, la cultura y la plaza pública son donde Él nos ha llamado. La vocación es donde la santificación ocurre.

Es verdad, pecamos terriblemente en todas estas vocaciones. En lugar de amar y servir a nuestro prójimo, queremos ser amados y ser servidos, poniéndonos a nosotros en primer lugar. Pero cada domingo, podemos ir para ser nutridos por la Palabra de Dios, donde encontramos perdón por nuestros pecados vocacionales y somos edificados en nuestra fe. Esa fe, a la vez, puede dar fruto en nuestras vocaciones diarias.

El alto número de divorcios entre los cristianos evangélicos, su escapismo espiritual, y su invisibilidad cultural son todos síntomas de la pérdida de la vocación. Por el contrario, el recobrar la vocación puede transfigurar toda la vida, envolviendo cada relación y cada tarea puesta delante de nosotros con la gloria de Dios.

This article originally appeared in the Nov./Dec. 2007 edition of Modern Reformation. For more information about Modern Reformation, visit www.modernreformation.org. All rights reserved.


miércoles, 2 de enero de 2013

Nuestro Llamado y la Gloria de Dios (Parte 4)


Los Cuatro Estados

Al vivir los cristianos sus vidas ordinarias, Dios les asigna ciertos prójimos para amar y los llama a múltiples esferas de servicio. Esto constituye las vocaciones del cristiano en el mundo.

Las vocaciones son múltiples. Lutero habló de los llamados de Dios en términos de tres instituciones que Dios ha establecido, junto con una cuarta esfera de la actividad humana. La doctrina de la vocación y la doctrina de los cuatro estados son temas que corren a lo largo de los escritos de Lutero. Un tratado particularmente sucinto se puede encontrar en las Confesiones de Lutero de 1528. Después de criticar el monasticismo, por el cual algunos pensaban que podían merecer la salvación, Lutero contrasta estas órdenes concebidos por el hombre con las órdenes concebidas por Dios mismo: “Pero las verdaderamente santas órdenes y fundamentos piadosos establecidos por Dios” escribe Lutero, “son estos tres: el oficio sacerdotal, la familia y el gobierno civil”. (6)

Todos aquellos que están involucrados en el oficio pastoral o el ministerio de la Palabra, están en una buena, honesta y santa estación, que es agradable a Dios, al predicar, administrar los Sacramentos, presidir sobre los fondos para los pobres y dirigir a otros siervos que asisten en tales labores. Todas estas son obras santas a la vista de Dios.

A esto Lutero le daría el término de estado de la iglesia.

De la misma manera, aquellos que son padres y madres, que gobiernan sus casas bien y que conciben hijos para el servicio de Dios también están en un estado verdaderamente santo, haciendo una obra santa, y miembros de un orden santo. De la misma forma cuando hijos o sirvientes son obedientes a sus padres o amos, esto también es verdadera santidad y aquellos que viven en tal estado son verdaderos santos sobre la tierra.

Éste es para Lutero el estado del hogar. Esto incluye por encima de todo la familia, que en sí misma contiene múltiples llamados: matrimonio, paternidad, infancia. Este estado involucra también la labor por la cual los hogares se sostienen. Lutero tenía en mente lo que se expresa en la palabra griega oikonomia, refiriéndose a “la administración y la regulación de los recursos del hogar” (7), el término del cual derivamos nuestra palabra economía. Por lo tanto, el estado del hogar incluye tanto las vocaciones familiares y las vocaciones del centro de trabajo.

Lutero combina la labor humana también con el tercer estado, el estado, el cual incluye, más generalmente, la sociedad y la cultura:

De manera similar príncipes y gobernantes, jueces, oficiales y cancilleres, siervos y doncellas, y cualquier otro criado, así como todos aquellos que prestan el servicio que es su deber, todos están en un estado de santidad y están viviendo vidas santas delante de Dios, porque éstos tres estados u órdenes están todos incluidos en la Palabra de Dios y mandamiento. Cualquier cosa que esté incluida en el orden de Dios debe ser santo, porque la Palabra de Dios es santa y santifica todo lo que toca y todo lo que incluye.

El catolicismo medieval exaltaba las órdenes religiosas y monásticas como el camino a la perfección espiritual. Al hacerlo, los votos clericales requeridos –tales como el del celibato y pobreza– en efecto denigraban los así llamados estilos de vida seculares del matrimonio, paternidad y actividad económica. Lutero, empero, audazmente revierte dicho paradigma. Padres, madres e hijos, siervos, doncellas, sirvientes y gobernantes –estos son los verdaderos ordenes santos.

Los cristianos absortos con sus familias, luchando por llegar al final de la quincena, viviendo sus vidas mundanas “están todos en un estado de santidad”, según Lutero, “viviendo vidas santas delante de Dios”.

Y entonces Lutero va más allá de los roles específicos que Dios nos ha dado para actuar en este mundo a un estado global:

Por encima de estos tres estados y órdenes está el orden común del amor cristiano, por el cual ministramos no sólo a aquellos de estos tres órdenes pero en general a toda aquel que está en necesidad, como cuando damos de comer al hambriento y damos de beber al sediento, perdonamos a nuestros enemigos, oramos por todos los hombre sobre la tierra, sufrimos toda clase de mal en nuestra vida terrenal, etc.

Aquí tenemos otra de las grandes frases de Lutero: “el orden común del amor Cristiano”. Este es el reino del Buen Samaritano. Personas de las tres órdenes se reúnen aquí, ministrando unos a otros y a “todo aquel que está en necesidad”.

martes, 1 de enero de 2013

Nuestro Llamado y la Gloria de Dios (Parte 3)

Fe y Obras

¿Era el granjero que creció el grano que llegó a la pieza de pan que comí esta mañana un cristiano? ¿Qué hay del artista cuya película provocó tal poderosa impresión? Sucede que sé que no es un cristiano. ¿Cómo puedo glorificar a Dios por la obra –cultivo– de un incrédulo? La doctrina de la vocación responde esa cuestión. En Su gobierno del mundo, Dios utiliza a aquellos que no le conocen, así como a aquellos que sí. Todo don bueno y perfecto viene de Dios (Santiago 1:17). Pero los seres humanos pecan en sus vocaciones y pecan en contra de sus vocaciones, resistiendo y peleando en contra del propósito de Dios.

En la superficie, no parece haber una gran diferencia entre un granjero cristiano labrando su campo y un granjero no cristiano que esencialmente hace lo mismo. Dios puede usar a ambos para traer el pan diario, el cual, a su vez; Él distribuye a cristianos y no cristianos por igual. Pero hay una gran diferencia. El granjero cristiano trabaja movido por la fe, mientras el granjero no cristiano trabaja movido por la incredulidad.

Lutero en realidad utilizó dos palabras diferentes para lo que hasta ahora he colapsado bajo el término general de vocación: “estación” (Stand) y “llamado” (Beruf). A los no cristianos se les es dado una estación en la vida, un lugar que Dios les ha asignado. Los cristianos, empero, son aquellos que escuchan la voz de Dios en Su Palabra, así que entienden su estación en términos del “llamado” personal de Dios.

La Palabra de Dios llama a fe a la gente. Esta es la vocación primaria de Dios, ser un hijo de Dios. Pero Dios también ha estacionado a ese cristiano para vivir una vida en el mundo. El cristiano, en fe, ahora entiende su vida y lo que Dios le ha dado para hacer como un llamado del Señor. Como lo explica el teólogo contemporáneo John Pless:

Lutero entendió que el cristiano es genuinamente bi-vocacional. Es primero llamado a través del Evangelio a la fe en Cristo Jesús y es llamado a ocupar una estación particular o lugar en la vida. El segundo sentido de este llamado abarca todo aquello que el cristiano hace en servicio a su prójimo no sólo en una ocupación en particular sino también como un miembro de la iglesia, un ciudadano, un esposo, padre o hijo y trabajador. Aquí el cristiano vive en amor hacia otros seres humanos y es el instrumento por el cual Dios hace Su obra en el mundo. (3)

“Concluimos, entonces, que un cristiano no vive en sí mismo, sino en Cristo y en el prójimo” dijo Lutero. “Vive en Cristo a través de la fe, y en el prójimo a través del amor”. (4)

La relación del cristiano hacia Dios, para Lutero; no tiene nada que ver con nuestras buenas obras, pero todo que ver con la obra de Cristo a nuestro favor. Pero Dios, habiéndonos justificado gratuitamente a través de la Cruz de Jesucristo, nos llama de regreso al mundo, cambiados, para amar y servir a nuestros vecinos.

Los oponentes monásticos de Lutero argumentaban que somos salvos por nuestras buenas obras, lo cual entendían como rechazar el mundo, desarrollar ejercicios espirituales, y hacer votos de celibato, pobreza y obediencia, los cuales no tenían ninguna relación con sus vocaciones “seculares”. Pero Lutero negó que tal piedad privada y aislada que supuestamente era para servir a Dios tuviera algo que ver con las buenas obras. Él preguntaría: ¿A quién estás ayudando? Las buenas obras no se hacen para Dios. Más bien, se deben hacer para nuestro prójimo. Dios no necesita nuestras buenas obras, dijo Wingren resumiendo a Lutero, pero nuestro prójimo sí.

Si te encuentras en un trabajo por el cual solamente logras algo bueno por Dios, o lo santo, o ti mismo, pero no para tu prójimo, entonces debes de saber que dicha obra no es una buena obra. Porque cada uno debe  vivir, hablar, actuar, oír, sufrir y morir en amor y servicio por otro, incluso por nuestros enemigos, un marido por su esposa e hijos, una esposa por su marido, los hijos por sus padres, los siervos por sus amos, los amos por sus siervos, los gobernantes por sus súbditos y los súbditos por sus gobernantes, por lo que la mano, boca, ojo, pie, corazón y deseo de uno es para los otros; estas son obras cristianas, buenas en naturaleza. (5)

Algunas veces hablamos sobre servir a Dios en nuestras vocaciones. Lutero se molestaría con esta formulación, si por ella imaginamos que estamos realizando grandes obras para impresionar al Señor pero descuidamos nuestras familias o maltratamos a nuestros colegas al hacerlo. Pero Jesús mismo nos dice que lo que hacemos –o no hacemos– por nuestro prójimo en necesidad, se lo hacemos  –o no hacemos– a Él (Mateo 25:31-46). Así que cuando servimos a nuestro prójimo, servimos a Dios, aunque ni las ovejas ni los cabritos se dieron cuenta con quien estaban tratando realmente. Dios está escondido en la vocación. Cristo está oculto en nuestro prójimo.


Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios. Hebreos 6:7