miércoles, 14 de abril de 2010

Digno es el Cordero

Cuando tomó el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; cada uno tenía un arpa y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos. Y cantaban un cántico nuevo, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos, porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre compraste para Dios a gente de toda tribu, lengua, pueblo y nación. Y los has hecho un reino y sacerdotes para nuestro Dios; y reinarán sobre la tierra. Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono y de los seres vivientes y de los ancianos; y el número de ellos era miríadas de miríadas, y millares de millares, que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado digno es de recibir el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, el honor, la gloria y la alabanza. Apocalipsis 5:8-12

Creo que la palabra más importante en estos versículos, es la palabra "digno". Los cuatro seres vivientes, los veinticuatro ancianos, los millones de ángeles, todos se postran y adoran a Jesús, declarando que Él es digno. Jesús es digno. El diccionario ofrece al menos los dos siguientes significados de la palabra digno:

1. adj. Merecedor de algo.
2.
adj. Correspondiente, proporcionado al mérito y condición de alguien o algo.

Cuando los ángeles y los ancianos declaran que Jesús es digno, están declarando que Jesús es merecedor. ¿Merecedor de que? Merecedor de tomar el libro y merecedor de "recibir el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, el honor, la gloria y la alabanza".

Cristo es merecedor de todo, por haber sido el Cordero que fue inmolado, dando su sangre para comprar "para Dios a gente de toda tribu, lengua, pueblo y nación". Al menos en este pasaje, se declara la dignidad de Jesús, Su merecimiento de recibir nuestra alabanza, honra y gloria, es en virtud de haberse entregado para nuestra redención.

Ahora, yo reflexiono: si alguien es merecedor de toda la honra y la alabanza, entonces el no ofrecérsela, es un acto de ofensa a su dignidad. Considerando esto, ¿cómo podemos siquiera tener la osadía de no entregarle a Cristo todo nuestro corazón, mente, cuerpo y vida, a aquel que es digno? Si Él es digno, es decir, merecedor de toda nuestros afectos y pensamientos, cada vez que fallamos en hacerlo es una ofensa a Su dignidad, es un pecado.

¡Oh, Señor, ampárame en Tu gracia, por todo aquello en lo que he fallado, pues cuántos de mis pensamientos, emociones, actitudes y palabras, no han sido puestos a tus pies en forma de honra, gloria y alabanza! Purifica mi corazón, y hazlo todo tuyo, pues no mereces algo menos que todo mi ser. Amén.

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Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios. Hebreos 6:7