lunes, 19 de abril de 2010

Soberanía, justicia y misericordia de Dios

Sucedió por aquel tiempo que Judá se separó de sus hermanos, y visitó a un adulamita llamado Hira. Y allí vio Judá a la hija de un cananeo llamado Súa; la tomó, y se llegó a ella. Ella concibió y dio a luz un hijo, y le puso por nombre Er. Concibió otra vez y dio a luz un hijo, y le puso por nombre Onán. Aún dio a luz a otro hijo, y le puso por nombre Sela; y fue en Quezib que lo dio a luz. Entonces Judá tomó mujer para Er su primogénito, la cual se llamaba Tamar. Pero Er, primogénito de Judá, era malvado ante los ojos del SEÑOR, y el SEÑOR le quitó la vida. Entonces Judá dijo a Onán: Llégate a la mujer de tu hermano, y cumple con ella tu deber como cuñado, y levanta descendencia a tu hermano. Y Onán sabía que la descendencia no sería suya; y acontecía que cuando se llegaba a la mujer de su hermano, derramaba su semen en tierra para no dar descendencia a su hermano. Pero lo que hacía era malo ante los ojos del SEÑOR; y también a él le quitó la vida.

Génesis 38:1-10 (BLA, énfasis míos).


Esta historia que se encuentra en el libro de Génesis resalta la infinita diferencia entre el ser humano caído y la persona y carácter de Dios. El pasaje revela al hombre como malvado y merecedor del juicio de Dios, mientras que muestra a Dios como Soberano, Justo y Misericordioso.

En nuestro texto, Dios se muestra como Soberano y Señor sobre la vida del hombre. Dos veces dice el texto claramente que Dios le quitó la vida a una persona (v. 7, 10). El texto no aclara los medios que usó Dios para ello. El autor no se molesta en explicarnos si las muertes fueron por enfermedad, por un accidente en el trabajo, si fue algo repentino (como un infarto) o si murieron después de agonizar mucho tiempo.

Cual haya sido el medio, resulta para nosotros intrascendente. Lo que el autor nos quiere enseñar es claro: el responsable último de dichas muertes fue Dios. Fue Su decisión. Fue Su voluntad.

En estos momentos, surge la pregunta: "¿Por qué?" Ponemos en tela de juicio el carácter de Dios. Pero la Escritura en este texto no enseña que Dios es justo. El pasaje dice también claramente que hay una razón por la cual Dios decidió quitarle la vida a estos dos hombres: eran malvados ante los ojos del Señor (v. 7, 10). Dios no hizo nada injusto al quitarles la vida a esos hombres. Dios actuó con justicia al darles a ellos la justa retribución por su pecado.

Llevemos esto al plano personal: Si nos preguntaran ¿cómo nos describiríamos delante de los ojos de Dios? ¿Dios nos ve como básicamente buenos, o como malvados? Si somos honestos ante la Escritura, el veredicto no es otro sino: culpables de maldad. ¿No en otro tiempo vivimos también vidas que eran del desagrado de Dios? ¿No le ofendíamos a cada instante? Aun ahora, que somos creyentes, ¿no tenemos momentos en los que hacemos, decimos, pensamos algo que es desagradable y malvado ante los ojos de Dios?

El punto al cual quiero llegar es éste: En lugar de estar preguntándonos si Dios fue justo o no, al quitarle la vida a un par de personas, debemos más bien preguntarnos: "¿Por qué Dios no me ha quitado la vida a mí, que tantas veces le he dado razón para ello? ¿Por qué he sido yo exento de ese trato justo?

Respuesta: por la misericordia de Dios. Aquí es donde el pasaje revela la misericordia de Dios. En incontables ocasiones hemos merecido la muerte, pero Dios no nos ha dado la retribución que nuestro actos merecen. La misericordia de Dios se revela en este pasaje al mostrarnos que Dios no actúa normalmente así, sino que es lento para la ira, amplio en misericordia y abundante en perdonar. Dios muestra su misericordia y paciencia todos los días a cada habitante de esta tierra, llamándolos al arrepentimiento (Romanos 2:4-6). En el caso de aquellos que por gracia son salvos, Dios tampoco es injusto de no darles muerte, ya que fue Su Hijo quien murió esa muerte que era merecida.

Finalmente, este pasaje nos muestra a Jesucristo, aquel por cuya muerte en la cruz Dios tiene paciencia para con nosotros, pasando por alto nuestras ofensas (Romanos 3:25).

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Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios. Hebreos 6:7